La primera opinión que leí con respecto a la contratación de Neymar por el Barcelona fue la del legendario exjugador holandés Johan Cruyff, icónico referente del club catalán. Grosso modo expresó que Neymar y Lionel Messi eran incompatibles, que su convivencia en el ataque y el camerino del Barcelona era casi imposible; que dos gallos no podían estar en un mismo gallinero. Aludió al liderazgo que ejerce el crack argentino desde hace un tiempo en el Barsa y la condición de súper ídolo y mimado en extremis del delantero brasileño en su club natal, el Santos. Cómo coexistirían, entonces, dos jugadores acostumbrados a ser seguidos y no a seguir.
La sabiduría, el conocimiento del club y las miles de experiencias de Johan Cruyff a través de más de 50 años de fútbol, lo hacen un concepto valiosísimo de este deporte, y una obligada fuente de consulta. Pero tan merecido y legítimo reconocimiento a su sapiencia futbolística, no me amedrantó para dejar consignada, en esta misma esquina futbolera de domingo, y con todo el respeto y admiración que profeso por el excapitán de la famosa naranja mecánica, mi posición contraria.
Desparramé, aquella vez, las siguientes letras: “aunque los amantes del fútbol bello, imaginativo y desequilibrante nos relamemos de solo imaginar las jornadas llenas de gambetas, sutilezas y goles de esta pareja, hay algunas voces menos optimistas que estiman que antes que complementarse se repelarán. Se invadirán territorio y funciones. Yo creo que no”.
Y para ser tan contundente en mi discrepancia conceptual expresé que: “Messi ocupa y transita generalmente la zona central del ataque del Barsa (con la llegada de Luis Suarez volvió a la zona derecha); se reúne con sus socios calificados a bordar el avance y desde allí acelera, gambetea, tira una pared, filtra un pase, llega a rematar; organiza y finaliza. Neymar, en cambio, es un jugador que vive mayor tiempo cerca de la raya, por la zona izquierda. Al menos como su punto de partida. Sus diagonales hacia el centro serán una tentación para los pases cruzados de Messi (sí, así ha sido muchas veces). Creo que, especialmente para eso lo contrataron; para que el remate de la jugada, el sprint final, los metros decisivos, no sean propiedad exclusiva de Messi y así el rival divida su atención”.
La actualidad de los dos fantasiosos jugadores y su ‘llavería’ nos están regalando el fútbol en estado puro: gambeta, alegría, imaginación, goles. Emoción estética. Lujosa eficacia. Se divierten y nos divierten. ¿Razones? La inteligencia de Messi para reconvertirse desde su pedestal y la irreverencia y el talento de Neymar. La humildad de ambos. Sí, si podían jugar juntos. Y muy bien.