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Era el final de la década de los 80. La horrible noche se tornaba cada vez más oscura en Colombia y 1989 fue el año en el que el país se sumió en una pesadilla de violencia. Conocido por los historiadores por ser el año más violento de nuestra historia reciente, marcado por hechos como el magnicidio de Luis Carlos Galán, masacres, bombas, y múltiples homicidios selectivos. 

Ese año por primera vez, hasta el momento única vez en la historia, el país se quedó sin un campeón de fútbol, pues el asesinato del árbitro Álvaro Ortega obligó al Gobierno nacional a suspender el campeonato y mientras el país lamentaba la suspensión del torneo un niño, de 14 años, oriundo de Sitionuevo, Magdalena, cargaba sobre sus hombros el peso del conflicto armado. 

Felipe*, hoy con 46 años y radicado en una pequeña casa de dos habitaciones en un corregimiento de Baranoa, recuerda, como si fuera ayer, aquella tarde de 1989 en la que cuatro integrantes de un grupo armado le cambiaron el rumbo de su vida. Él a sus 14 años, fue violado, torturado, amputado y desplazado.

'Vivía en Sitionuevo con mi familia y mis abuelos vivían casi llegando a Remolino. Un domingo mi mamá me levantó temprano para que fuera con el burrito a buscar frutas donde mis abuelos, estuve con ellos recogiendo las verduras y a eso de las 4 de la tarde mis padres me mandaron la razón de que me regresara al pueblo y así lo hice. Cuando iba a mitad de camino aparecieron unas personas armadas con fusiles, cuatro de ellos se me atravesaron', relató Felipe.