El Heraldo
Postal de 1926, año en que fue inaugurado el monumento a los mártires de Bocas de Ceniza, el águila que fue traída desde Alemania. Archivo
Barranquilla

El centenario de El Prado: un barrio-jardín que marcó un hito

El 12 de marzo del 2020 el barrio más emblemático de Barranquilla cumplirá 100 años, luego de varios hitos, momentos clave y retos a futuro, pensados hacia una nueva generación de ciudadanos.

Karl C. Parrish se soñó un barrio de ciudad grande, cosmopolita, cuando –en los comienzos de la década del 20– Barranquilla era apenas una urbe ribereña, pensada más en lo industrial, con calles de barro y sin grandes escenarios. Estadounidense de nacimiento, pero barranquillero en su soñar, este arquitecto hizo de las suyas para consolidar el proyecto que marcaría no solo a los habitantes de aquella época, sino también a todas las generaciones que –en 100 años– se han enamorado del barrio El Prado, de sus mansiones y bulevares.

Entre 1918 y 1920, Parrish, enamorado de la ciudad luego de haber visitado Panamá y varias ciudades de la costa colombiana, vio en los terrenos de Manuel De la Rosa la ubicación perfecta para un proyecto de ciudad jardín, tal y como lo nombró en los primeros planos, ideado por europeos y norteamericanos para contrarrestar las edificaciones masivas y de gran densidad que habían heredado de la revolución industrial.

Fue en 1920, al regreso de Parrish a Barranquilla, cuando Manuel De la Rosa, propietario de los terrenos, cerró el negocio con Karl C. Parrish, cabeza visible de una firma (la Urbanizadora El Prado) dispuestos a jugárselas en la ciudad. Varios expertos, en sus libros y conferencias, aseguran que Parrish se imaginó la vida en lo que hoy es El Prado por dos razones principales: por su ubicación, en una ciudad tan cerca del mar y del río; y por su clima, por la inclinación del terreno, que permiten que la brisa sople con más fuerza.

En un comienzo, cuando se construyeron las primeras calles de tierra y se delimitaron los primeros terrenos, El Prado, más que un barrio revolucionario y adelantado para su época, era apenas una decena de lotes baldíos, a la espera de compradores que fueron apareciendo cada vez más con el pasar del tiempo y la llegada de más extranjeros a Barranquilla.

“El Prado marcó como un hito el cambio en la forma como se venía construyendo en la ciudad, que hasta ese momento se hacía predio a predio, casa a casa, y a partir de él se inaugura en el país un proceso planificado por medio del cual se incorporaron, de una sola vez, 130 hectáreas, que representó el 55.45% del suelo que ocupaba Barranquilla en 1920”, indicó el urbanista Porfirio Ospino.

Parrish lo imaginó más como un jardín que como un barrio, tal cual lo estaban haciendo los estadounidenses en el sur de su país, con avenidas amplias, parques y zonas verdes. El Prado fue pensado para que sus habitantes vivieran en casas amplias, de techos altos y ventanales grandes. Alemanes, italianos y –en general, europeos–, que vestían de saco, corbata y sombrero, fueron adquiriendo los terrenos y construyendo ellos mismos sus casas, financiando así el sueño de un norteamericano y su familia, que –gracias al éxito de esta urbanización– terminó radicándose con su firma en Barranquilla.

Como “la impronta urbanística más determinante del desarrollo físico espacial de Barranquilla” lo describe Carlos Bell, arquitecto barranquillero, quien además reconoce que El Prado “materializó los primeros intentos exitosos de la dirigencia barranquillera por incorporarse a la modernidad”.

Dos vehículos a motor transitan por el barrio El Prado, en las calles de arena que hoy son el bulevar de la 54.

Evolución

Con la posterior construcción del Hotel El Prado, próximo a su aniversario número 90 que se celebrará este año, este barrio se convirtió no solo en un proyecto residencial, en el que ya vivía Parrish y otros extranjeros italianos, franceses y alemanes, sino también en la puerta de desarrollo de un país cuya industria crecía gracias a la Costa Atlántica.

El Prado, nombrado bien de interés cultural en 2005, estuvo lleno de matorrales y carreteras de arena antes que de mansiones y monumentos, como el de los mártires de la aviación o el del parque Santander. Incluso el Águila, traída de Alemania en 1926, en honor al fallecimiento de Ernesto Cortissoz y de otros tripulantes a bordo de un hidroavión en Bocas de Ceniza, hoy sigue extendiendo sus alas –orgullosa– sobre la arquitectura de este barrio, ejemplo del desarrollo de una ciudad que supo despegar para convertirse en una de las más robustas del país.

La mansión Freund, sede del Museo Romántico.

Los retos

El año pasado, noventa y nueve años después de la firma del documento de inicio de las obras del barrio El Prado, en la Universidad del Norte un grupo de académicos, historiadores y arquitectos anunciaron un plan de celebración del centenario de este hito histórico que ha marcado a distintas generaciones.

“Los retos para El Prado, ahora en sus 100 años, son superar la informalidad en las operaciones inmobiliarias de cara a la restauración de bienes inmuebles patrimoniales y los nuevos desarrollos propuestos en mayores densidades. Hay que darle voz a la gente, para que sean ellos los que transmitan qué significado tiene El Prado en el colectivo del barranquillero”, indicó Leonardo Romero, sociólogo y profesor de la Universidad del Atlántico, con Magíster en Estudios Urbano Regionales.

El Prado 2020, nombre que recibió el proyecto, está liderado por la Universidad del Norte, la Universidad Autónoma del Caribe, la Universidad de la Costa y la Universidad del Atlántico, en un convenio académico en el que buscarán resaltar y ayudar a recordar a la ciudadanía el legado de Karl C. Parrish y la importancia de El Prado, barrio que aún perdura en el paisaje urbano de la ciudad.

Con charlas, talleres y exhibiciones fotográficas y de documentos del archivo preservado y digitalizado por la Universidad del Norte, los académicos, arquitectos y funcionarios del Distrito, a través de la secretaría de Cultura, Turismo y Patrimonio, liderarán esta celebración que busca enaltecer el patrimonio de la ciudad y centrar el debate en el futuro del barrio El Prado: en su cuidado y su preservación.

El hotel El Prado, símbolo del crecimiento del barrio.
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