Compartir:

“Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”, es una frase común en el panorama del país y que cobra fuerza en el departamento del Atlántico, territorio que no se encuentra declarado oficialmente como afectado por el conflicto armado, muy a pesar que en sus comunidades permanecen las huellas invisibles de la violencia, el desplazamiento y el desarraigo propio de esta dinámica social.

Ante la necesidad de escuchar las voces que guardan silencio en la penumbra, y fortalecer los procesos de verdad y reparación en el Caribe Colombiano, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), en articulación y apoyo con organizaciones sociales de víctimas, comenzó a trazar una hoja de ruta en la construcción del Plan de Memoria Territorial del Atlántico.

En el campus de la Universidad del Atlántico, sede centro, la jornada realizada el 28 y 29 de octubre convocó a líderes, lideresas y representantes de víctimas del departamento, en cabeza de Alberto Santos, director de Territorialización del CNMH. Museo, iniciativas, investigaciones y apropiación social de memoria histórica, fueron algunos de los ejercicios de cartografía social a desarrollar en conjunto con las instituciones y comunidades construyen colectivamente los lineamientos del plan.

Santos, quien es el vocero nacional del proceso, destacó el menester sobre la comprensión del conflicto más allá de las zonas tradicionales de violencia y el reconocimiento del papel que tuvieron territorios receptores de población desplazada como el Atlántico, a partir de la estrategia de territorialización y transversalización del centro. Dicha estrategia denominada ‘El territorio habla, el Centro escucha’ busca recuperar la confianza en los territorios al permitir abrirle la puerta a las víctimas a ser partícipes de políticas públicas de memoria y verdad.

“Las instituciones deciden qué cosas hacen y luego las llevan a los territorios y claro, vinculan a las comunidades y a las organizaciones ya en el desarrollo de esas acciones, pero no necesariamente en la toma de decisiones sobre qué acciones se van a acompañar o no en el territorio. Entonces, para hacer eso, la estrategia tiene dos rutas, dos rutas que obviamente están conectadas, pero que en el desarrollo mismo, pues, son independientes. Una es el despliegue territorial, que fue poder tener personas en el territorio contratadas por el Centro Nacional de Memoria Histórica, que tuvieran la función principal de escuchar esos territorios”, dijo.

Del dicho al hecho hay un solo trecho, pero uno grande por cruzar. El Atlántico se enfrenta con un panorama retador al solo contar con muy pocos archivos, registros y lugares de memoria histórica en comparación con otros departamentos afectados por el conflicto armado. Incluso, durante años el discurso oficial ha sostenido que el territorio no hubo conflicto armado, lo que excluyó a muchas víctimas de los programas de reparación, atención y reconocimiento estatal.

La realidad es otra, en el departamento sí hubo conflicto armado pero se desarrolló con características particulares que lo diferenciaron de lo que sucedía en los departamentos vecinos, causando quedar rezagada de la clasificación. Las cifras son testigos de esta realidad, más de 65 mil personas residentes en el Atlántico han sido reconocidas oficialmente como víctimas del conflicto armado, principalmente por hechos de desplazamiento forzado según datos del Registro Único de Víctimas (RUV).

De puertas para afuera, a nivel nacional, el CNMH reporta que más de 9,6 millones de colombianos integran este registro, lo que dimensiona la magnitud del desafío de la memoria comenzando por la costa norte del país.

Con el Plan Territorial de Memoria se busca romper ese silencio institucional, una puerta por la que todos tengan bienvenida al construir una hoja de ruta que visibilice los impactos, resistencias y procesos de recuperación comunitaria que se han dado en municipios como Soledad, Malambo, Galapa, Baranoa o Barranquilla. No solamente centrado en la urbe del departamento.

“En un informe que recoge relatos de víctimas de todo el territorio nacional desde un enfoque psicosocial, las afectaciones psicosociales, y es un informe que presentó la Dirección de Acuerdos de la Verdad”, puntualizó el Territorialización del CNMH.

Agregó qué: “Una de las apuestas también muy importantes de esta estrategia es que no solamente en el departamento se genere un diálogo entre las distintas subregiones, entre los distintos municipios sobre lo que se está haciendo en materia de memoria y esclarecimiento de la verdad, sino que todo el país dialogue”.

Para mirar un poco de cerca, en el caso de la región Caribe, el Centro Nacional de Memoria Histórica ha identificado que aunque los departamentos de Bolívar, Magdalena, Sucre y Cesar registran los mayores índices de violencia armada, el Atlántico ha sido un punto clave de recepción de víctimas al ser refugio de desplazados y espacio de reconstrucción social, es una realidad poco conocida en los relatos oficiales del conflicto.

La memoria no es solo un ejercicio de registro histórico, es una herramienta poderosa para reparar el tejido social, educar a las nuevas generaciones y garantizar la no repetición, es por ello que el Plan Territorial de Memoria incluirá componentes de archivo, formación y acompañamiento psicosocial, así como la creación de espacios simbólicos y pedagógicos en distintas zonas del departamento.

A paso firme, el departamento se suma a la red nacional de territorios que están documentando su historia reciente y creando espacios de reconocimiento a las víctimas. Más allá de las cifras calculables, esta hoja de ruta busca devolver la dignidad y darle voz y participación a las víctimas, construyendo una memoria histórica y colectiva que incluya marque un precedente en el poder de transformación que caracteriza a la gente pujante del Atlántico.