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Al escoger el tema para esta columna utilicé un método poco usual en mí: mientras hacía una clase en el gimnasio les pregunté a mis compañeros qué asunto les parecía relevante destacar. Rápidamente surgió —quizás inspirados por el entorno— la idea de que el ejercicio genera salud y que Barranquilla, con sus espacios públicos cada vez más concurridos, está impulsando una vida más saludable.

Y no es mentira: los más de 300 parques barriales renovados, el Gran Malecón y la Ciénaga de Mallorquín no son solo postales urbanas, son auténticas infraestructuras de bienestar. Cuando un barrio gana andenes continuos, zonas verdes y canchas iluminadas, la actividad física deja de ser un lujo para convertirse en hábito. Y los hábitos, a escala de ciudad, se traducen en menos presión sobre el sistema de salud y en más años de vida activa.

Las cifras nacionales respaldan este cambio. Según el ICBF, alrededor de la mitad de los adultos en Colombia cumple las recomendaciones de la OMS en materia de actividad física. Además, tras la pandemia, un estudio de Bain & Company reveló que el 51% de los colombianos hace ejercicio de manera regular como parte de sus rutinas saludables, por encima del promedio regional. Estos datos confirman una tendencia clara: más ciudad activa, más ciudadanía sana.

Barranquilla se ha convertido en un laboratorio a cielo abierto. El Gran Malecón —con su paseo fluvial, ciclorutas y canchas repletas al amanecer y al atardecer— concentra y contagia movimiento. En Semana Santa fue el destino favorito de más de 300 mil visitantes y no es casualidad: el espacio invita a caminar, trotar, patinar o montar bicicleta sin barreras, con seguridad y en medio de un paisaje privilegiado.

La Ciénaga de Mallorquín añadió naturaleza y deporte suave: senderos, avistamiento de aves, kayak y rutas peatonales convierten esta joya ecológica en un gimnasio natural. La apertura del ecoparque refuerza un modelo de recreación que, además de saludable, es ambientalmente sostenible.

El impacto trasciende lo físico. La economía del deporte y la recreación crece con cada metro de parque bien diseñado: más empleo, comercio y servicios asociados. La nutrida oferta gastronómica presente en estos espacios, empezando por el Caimán del Río que sigue vibrante, muestran dinamismo, impulsado por la demanda ciudadana que generan estos equipamientos. Invertir en parques y frentes de agua es, también, hacer política económica y turística.

Cuando el espacio público invita, la ciudad se mueve; cuando la ciudad se mueve, su gente vive mejor. Esa es la ecuación que Barranquilla ya empezó a resolver.

@RPlataSarabia