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Tres danzas de guerrra se suman a los tesoros del Carnaval

El Congo Campesino y el Congo Tigre de Galapa, y los Indios e Indias de Trenza Chimila fueron incluidos en el grupo de Líderes de la Tradición del Carnaval de Barranquilla.

Danzas que representan la fuerza de los antiguos negros guerreros en sus movimientos, que se camuflan debajo de pinturas o pieles de animales para no ser vistos, y que llevan consigo instrumentos nativos de caza y pelea. Estas fueron las representaciones culturales que este año el Carnaval de Barranquilla incluyó en una lista ‘preferencial’, reservada para quienes llevan más de cinco décadas carnavaleando.

El Congo Campesino de Galapa, el Congo Tigre –también de ese municipio– y los Indios e Indias de Trenza Chimila son las tres danzas que ahora hacen parte del grupo de 19 manifestaciones que han sido nombradas como Líderes de la Tradición y que empiezan a ser parte del programa ‘Reconocimiento y estímulo de los grupos tradicionales del Carnaval’.

Estas tres danzas, además, proclamadas como obra maestra del Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura –Unesco–, llevan más de 50 años ininterrumpidos participando de la fiesta más iomportante del país.

Cada una de las tradiciones antes mencionadas tiene una historia detrás de cada disfraz y una consolidación a través del tiempo que está  llena de riqueza ancestral.

Congo Campesino de Galapa

“Viva la penca morada, ¡que viva! Viva Galapa, ¡que viva! Viva el Congo Campesino de Galapa, ¡que viva!”, exclamaban algunos de los miembros de esta danza ancestral, mientras hacían una representación del baile que, desde hace 92 años, participa en las carnestolendas barranquilleras.

En el municipio de Galapa se encuentra ubicada la sede de este congo. En la misma vivienda en la que habita su director, José Vicente Güette Orellano. Un hombre que, aunque en su cédula tasa con 78 años, se levanta de la silla en la que reposa en su terraza y, disfrazado y pintado de ‘congo mayor’, comienza a danzar en la calle a pleno sol, a las 3:15 de una tarde de enero.

Todavía le sobran ganas a José Vicente de llevar la batuta de este grupo. Igual como lo hizo hace 21 años, cuando la danza se encontraba devastada, según cuenta el hacedor galapero.

“Yo cogí a la danza acabada, tenía dos años de no participar en el Carnaval. La estaban dejando morir, pero logré preservar esta tradición”, relata Güette. Él estaba en el congo desde sus inicios, en 1925, cuando fue fundado por el fallecido Alberto Barrios Patiño.

Sin señalar nombres, este director dice que, luego de que murió “su compadre”, la danza empezó a decaer por la falta de recursos y de ganas por parte de quien en ese entonces tomó las riendas del grupo.

“No hacían ni dejaban hacer. Pero yo lo levanté con solo siete personas. Fue un martes de Carnaval, recuerdo. Decidí disfrazarme y decirle a mis hijos que me acompañaran, y así desfilamos en los recorridos del Carnaval”, cuenta Güette, casi gritando de emoción y con su rostro enrojecido.

Esta danza ancestral, que según sus integrantes representa la pelea de los negros africanos con sus enemigos, sufrió varios cambios de nombres. Su primera denominación fue el Toro Ribeño, pero –cuenta Güette– esta tuvo que ser cambiada porque en Barranquilla también existía una danza con el mismo nombre y eso no era permitido. Entonces, el Torito Ribeño pasó a ser en ese momento el Congo Campesino del Atlántico.

Luego, en 1994, cuando José Vicente fue nombrado director del congo, Carnaval de Barranquilla le anuncia que su danza ya se encuentra fuera de concurso y no podía participar más en los desfiles para ser ganador. Ya lo era.

Es allí cuando deciden, por sugerencia del fallecido Emiliano Vengoechea, inscribir al grupo con el nombre de Congo Campesino de Galapa, denominación que conservan hasta ahora.

“El señor Emiliano le da la idea a mi papá de inscribir al congo con otro nombre y resulta. Ese año continuamos en los diferentes desfiles”, revela Luz Elena Güette, hija del director.

Más de 12 reconocimientos y cinco Congos de Oro guarda la historia de esta danza que, según sus miembros, integra a las familias del municipio. Niños, adultos y personas mayores hacen parte esencial de esta tradición. “Tenemos un grupo juvenil, de niños y de adultos mayores. Todos bailamos al son que nos toquen”, relata entre risas una de las hijas del director, quien es ‘jefe de cuadrilla’ en la danza.

Sentados uno junto al otro, José Vicente y Luz Elena reiteran que lo más importante de este semillero que están consolidando es “que los niños tengan valores y los apliquen a lo que hacen. Le inculcamos respeto por el disfraz que portan”.

Congo Tigre de Galapa

En el año 1952, Mario David Acosta Sanjuán le dio inicio a una tradición carnavalera que hoy se ha convertido en un tesoro de Barranquilla gracias a su hijo Manuel Acosta, quien es el fundador y director del Congo Tigre de Galapa.

Manuel cuenta que su progenitor, quien le transmitió el amor por la fiesta de Barranquilla, fue el creador de una de las primeras danzas que tuvo la festividad, y que en un principio fue bautizada como Congo Campesino del Atlántico.

Además de ser una de las danzas más antiguas de la celebración, según Acosta, el Congo Tigre es una herencia familiar. Sus hijos, hermanos y toda su familia en general aman la muestra artística y se esmeran porque siempre sea la mejor.

“En mi grupo tengo personas de Barranquilla, Campeche, Baranoa y uno de Soledad. Está compuesto por un ramillete de integrantes a quienes les gusta el colorido y la vestimenta del grupo. Eso es lindo”, describe el director.

Cuando la manifestación arrancó, lo hizo con 40 tigres. En ella no existían los congos, cuenta Acosta. Pero, entonces, entró a jugar nuevamente la opinión de un miembro de la familia Vengoechea, toda una dinastía carnavalera. “El fallecido Pedro Vengoechea me dijo: Manuel, ¿ por qué no innovamos con algo?, vamos a meterle unos conguitos”.

Desde ese momento, el director de la danza ancestral decidió incorporar a su grupo la figura del congo con 15 de ellos, quienes hoy son los protagonistas.

Son 52 años ininterrumpidos los que lleva el Congo Tigre de Galapa en la fiesta de ‘La Arenosa’, luego de consolidarse como una danza conguera.

“Danza de turbante que no lleva la fauna, le falta la fauna”. Con esta frase, Manuel se refiere al toro, al burro, al tigre y al perro que hacen parte significativa de la representación que lidera.

“El congo es un guerrero, por eso, si usted presencia esta danza cuando viene por la carretera, que va marchando “pa, pa”, también ve que la fauna se destaca, porque ella es la dueña de la rítmica, de la cantoría del grupo”, relata Acosta, quien vibra con esta tradición que, por ser heredada de sus ancestros y bisabuelos, “la lleva impregnada en la sangre”.

Todas las danzas de congos, incluidas las integradas por animales, son manifestaciones que representan la lucha de los negros contra sus enemigos. Según el líder de esta ‘manada’, la historia dice que las tribus ancestrales usaban la piel de los mamíferos para camuflarse. Además de las pieles, el Congo Tigre de Galapa lleva como complemento de su vestimenta herramientas de caza y guerra.

A diferencia de los otros congos, este utiliza garrochas, porque estas son “las verdaderas armas de un guerrero”. “Garrochas, y se baila la danza. Más nada, no machete. Cuando quería llegar uno con un machete, ya con la garrocha se había envenenado al enemigo”, relata Acosta.

Pero la destreza de estos congos va más allá de los 52 años que llevan militando en el Carnaval. Los miembros de este grupo de tradición son artesanos. Los tambores, la guacharaca y las máscaras de arcilla, entre otros instrumentos, son elaborados por ellos. “Nuestros niños, que son 15, también son artesanos. Estamos fomentando la cultura y dándoles a ellos el espacio que se merecen como niños, para que ellos vayan siguiendo y le cojan amor al grupo”, dice en medio de la emoción y nostalgia Manuel.

De ahora en adelante, el grupo de guerreros está comprometido a mejorar la calidad de sus presentaciones, a transmitir sus conocimientos a nuevos grupos y a mantener el respeto por la tradición.

Indios e indias de Trenza Chimila

Las huellas que dejaban a su paso por la orilla del río Magdalena los indios guerreros de la región Caribe le dieron la idea a la fallecida Dilia Meléndez de representar la actividad de esta etnia por medio de una danza. Fue entonces cuando, en 1935, ella decide reunir a un grupo de 12 vecinos en Isla del Rosario, en el departamento del Magdalena, para darle inicio a una tradición carnavalera que hoy se convierte en auténtico patrimonio del Carnaval de Barranquilla. Durante varios años, Dilia continuó analizando el comportamiento de estos chimilas, indios de la ciénaga, quienes recorrían los montes y las orillas de agua dulce para cazar, pescar y encontrar oro; elementos con los que se alimentaban y, además, adornaban su vestimenta.

Mientras esperaba que una de sus hijas creciera para heredarle las riendas de la danza, la creadora estableció un baile para esta muestra artística. Los arcos de caza y las cintas que adornaban las cabezas de los indios se convirtieron en los instrumentos que, al bailar y ser trenzados, le dan el nombre a esta danza de Indios e Indias de Trenza Chimila.

A los 15 años de edad, la hija de Dilia, Dora Thomas, ya estaba lista para ser quien dirigiera por más de 64 años la manifestación cultural. Pero este baile no era exclusivo de un desfile.

Por el contrario, el grupo salía en época carnavalera a recorrer casas en Santa Marta y en Ciénaga para divertirse y, de paso, ganar dinero. Sin embargo, al cumplir 25 años, Dora decidió darle más valor a su trabajo, en el que ya cumplía una década, y se trasladó a Barranquilla junto a su tradición. Ese mismo año, preguntándole a la gente, encontró en el Mercado de la ciudad a alguien igual de carnavalera que ella y que le ayudó a conformar nuevamente la danza, ya en estas tierras.

“Me dijeron: Busca a Mary en su negocio en el Mercado. Y la encontré, y hasta ahora sigo acompañada de ella en este camino”, relata Dora refiriéndose a María Gómez Serrano, con quien aún se divide todo el trabajo que acarrea dirigir una danza. 

En ‘la Arenosa’, de 12 integrantes la danza pasó a ser de 16. Actualmente es conformada por un equipo de 30 personas, 15 hombres y 15 mujeres, quienes oscilan entre los 20 y 24 años de edad, y dos de ellos representan a ‘el cacique’ y a ‘la cacica’.

Además del grupo adulto, la danza de Indios e Indias de Trenza Chimila –que ostenta más de 10 Congos de Oro– tienen un semillero en el que los más pequeños son protagonistas.

Es la única danza de las tres agregadas este año al grupo de Líderes de la Tradición que se encuentra estructurada en dos grupos. Estos pequeños danzantes, que tienen entre 6 y 14 años de edad, son dirigidos por María Gómez, quien se encarga de enseñarles el baile y el respeto por la cultura que representan.

Estas dos mujeres, Dora y María, de 79 y 74 años, respectivamente, también son artesanas. Así que, con la elaboración de más de tres decenas de arcos para sus dos grupos, no descansarán por ahora, hasta que se acabe el Carnaval de Barranquilla. Juntas se desviven por su danza y por dejar un legado de amor por la tradición y el valor de los ancestros.

Tal como lo dice Dora, con una sonrisa que no le cabe en el rostro, desde ahora los Indios e Indias de Trenza Chimila serán Líderes de la Tradición, y podrán ser reconocidos por el pueblo carnavalero. “¡Estoy tan contenta!, nos recibieron muy bien. No dejarla caer, seguir para adelante con nuestro semillero y el grupo adulto. Ese será siempre mi propósito con esta danza, que me ha llenado la vida de alegría”, exclamó alegre, sosteniendo en su mano uno de los más de ocho arcos tejidos que acaba de elaborar.  

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