Romper el ciclo es decidir cortar las cadenas que nos atan. Es dejar atrás cargas que no nos pertenecen y atrevernos a preguntar: ¿qué vida quiero construir? Para lograrlo, necesitamos valentía y honestidad: mirar nuestra historia sin miedo, quedarnos con lo que nos nutre y soltar lo que hiere.
Con la proximidad de nuevos cambios políticos, se debería tener como una condición irrenunciable, clara y definida, las propuestas de los candidatos o candidatas para mejorar la salud de una población que no parece tener ni siquiera voz para defenderse, tal vez empeorada ante la misma debilidad de los enfermos.
Lo trascendente hoy día es que miremos el aporte de ellas en el progreso de Colombia y en el papel que ya asumieron con éxito en el hogar, en las empresas públicas y privadas, en la política, en los negocios, en la cultura, en los deportes. Importantísimo esto porque además del aporte que tanto necesita la humanidad no solamente cumplen con éxito sus obligaciones sino que se zafaron de esa atarraya antigua de la sumisión y la obediencia.
En el contexto navideño, la validación puede expresarse en gestos simples pero profundos: escuchar sin interrumpir, reconocer errores, expresar comprensión por el cansancio, la frustración o el dolor del otro. Estas acciones crean un clima de seguridad emocional, indispensable para la reparación y el perdón.
Hoy para garantizar un centro impecable en invierno habría que canalizar todas esas carreras desde Murillo para verter sus aguas al caño del Mercado, quizás con el sistema de tuneladora que se está utilizando en la calle 85.