No desmerezco a figuras como Sergio Fajardo o Juan Carlos Pinzón; son candidatos serios, con propuestas respetables. Pero si en la contienda hay un costeño con igual preparación, liderazgo y visión, nuestra obligación moral y estratégica es respaldarlo sin titubeos. Es hora de aprender de los paisas: ellos se apoyan, se proyectan y defienden a sus líderes con convicción.
Muchas familias de la región, que encontraban en los créditos educativos una vía para que sus hijos accedieran, con esfuerzo y disciplina, a universidades privadas de reconocida trayectoria, han visto cerrada esa posibilidad. Así, por un lado, se deteriora la universidad pública y, por el otro, se restringe el acceso a alternativas privadas de calidad.
Si hoy estás en una de esas temporadas que nunca imaginaste —pero que quizá tu alma pedía— acoge la invitación. Respira. Permítete redefinir tus sendas. Y confía: lo que está muriendo dentro de ti no era tú. Lo que renace puede ser mucho más libre, consciente y verdadero.
Los temas del rechazo, el abuso, la culpa y el arrepentimiento atraviesan toda la narración. El Frankenstein de Del Toro es, ante todo, una historia de padres e hijos que no pretende sorprender por lo que cuenta —conocemos bien la trama— sino por cómo la hace sentir.
Saben de su calidad, de su espíritu de lucha, le inventan a sus contendores opciones muy remotas, pero insisten, y se arden porque clasificó a la final que seguro ganará, así que podemos imaginar la ardidez porque Abelardo puntea, y también clasificará a la final que lo llevará a la presidencia de la República.