La semana terminó con la firma de un acuerdo con el Clan del Golfo, mediante el cual se crean varias “zonas de ubicación” en medio de un proceso electoral cuya falta de garantías tiene al país en vilo, y sin ningún marco legal para hacerlo, pues no existe ley de sometimiento para estas organizaciones criminales.
Necesitamos, en cambio, parlamentarios bien formados, ideológicamente sólidos y consistentes, honrados y transparentes. Y con temple, que se necesitará y mucho tanto para encarar la reconstrucción del país que nos dejan en ruinas y devolverle la esperanza a los colombianos, como para servir de freno y contrapeso a una Presidencia que tiene demasiada capacidad de hacer daño.
Pensemos dos veces antes de dar un regalo a una niña o un niño. Nuestro reto es enorme: hacerlos felices sin causarles daño, en un mercado saturado de productos que, por el márquetin y la publicidad, se presentan como ideales, aunque no siempre lo sean.
Es descubrir la ganancia de la ética en el tiempo de la utilidad por el encuentro de los principios definidores de la personalidad. La virtud de quien logra desarrollar la habilidad necesaria para cultivar los afectos sinceros.
No desmerezco a figuras como Sergio Fajardo o Juan Carlos Pinzón; son candidatos serios, con propuestas respetables. Pero si en la contienda hay un costeño con igual preparación, liderazgo y visión, nuestra obligación moral y estratégica es respaldarlo sin titubeos. Es hora de aprender de los paisas: ellos se apoyan, se proyectan y defienden a sus líderes con convicción.