Lo mejor que podría hacer Seuxis Paucias Hernández Solarte, mejor conocido como Jesús Santrich, es comparecer este martes 9 de julio ante la Corte Suprema de Justicia para que responda por los presuntos delitos de 'concierto para delinquir y tráfico, fabricación o porte de estupefacientes agravados'.
Después de recuperar su libertad el pasado 30 de mayo, por orden de la Corte Suprema, que le dio la razón a sus abogados, quienes alegaron que no podía ser procesado por la Fiscalía, debido a que había sido designando congresista por el partido que surgió de la desmovilización de las Farc, Santrich pasó a ocupar su curul en la Cámara de Representantes, a donde llegó en medio de vítores de sus aliados políticos y una rechifla generalizada por parte de los representantes del Centro Democrático.
Pero la permanencia de Santrich en el Congreso duró muy poco, puesto que al ser requerido por la Corte Suprema, emprendió la huida, sin que hasta el día de hoy las autoridades sepan de su paradero. Su comportamiento evasivo terminó haciéndole mucho daño a la mayoría de los ex jefes de las antiguas Farc, quienes –pese a las dificultades– mantienen firme su voluntad de cumplir los acuerdos firmados con el gobierno de Juan Manuel Santos.
El 'caso Santrich' terminó por comprometer no solo a la suerte de la negociación con las Farc, sino que también afectó la credibilidad de aquellos que desde la sociedad civil asumieron la defensa pública de lo pactado en La Habana, quienes hoy reprochan y critican abiertamente la conducta al antiguo vocero de las Farc.
Santrich –con las supuestas toneladas de cocaína, al parecer, negociadas con los carteles mexicanos, su cinismo y ahora su fuga– le ha hecho más daño a la negociación con las Farc que aquellos que han criticado con vehemencia lo pactado en La Habana. Para decirlo en plata blanca: el enemigo de los acuerdos parece Santrich.
Y es que la figura de Santrich terminó acaparando la atención de todo lo que tiene que ver con el desarrollo de los acuerdos con las Farc. Su nombre aparece como protagonista de primer nivel en todas las instancias, entidades y países relacionados con el futuro de lo pactado en La Habana, desde la propia JEP hasta el mismísimo gobierno de los Estados Unidos, pasando por las altas cortes, como el Consejo de Estado, la Corte Constitucional y la Corte Suprema de Justicia, todos han tenido que ver de una u otra forma con Santrich.
Desde el momento mismo de su captura –el 9 de abril del año pasado– el nombre de Jesús Santrich no ha dejado de figurar un solo día en la agenda de los principales medios de comunicación del país. Santrich opacó, inclusive, la propia voluntad de paz de varios de sus antiguos compañeros de armas. Hoy se habla más de su cinematográfica fuga que –por ejemplo– de los proyectos productivos que muchos de ellos sacan adelante con enorme sacrificios a lo largo y ancho del país.
En lugar de permanecer en las filas del equipo comandado por Rodrigo Londoño, 'Timochenko' y Pablo Catatumbo, entre otros, Santrich habría decidido armar combo con Iván Márquez, Romaña y El Paisa, cuyo paradero también es desconocido tanto por las autoridades colombianas, como por la JEP. Mientras los primeros mantienen su apuesta de reinsertarse a la sociedad, los segundos consideran que haber dejado las armas 'fue un error'.
De manera que de su comparecencia o inasistencia a la citación de la Corte Suprema de Justicia este martes dependerá no solo la suerte de Santrich, sino la de buena parte de la negociación con las antiguas Farc, así como la del propio gobierno de Iván Duque y de la JEP.
Si Santrich no comparece ante la Corte Suprema, a las 6 de la tarde ese tribunal deberá expedir una orden de captura en su contra, lo que llevaría a la JEP a expulsarlo de dicha Jurisdicción, a la Fiscalía a buscarlo para capturarlo y al Gobierno nacional a reactivar su proceso de extradición, una vez se produzca su detención. Ese es el escenario que le espera a quien habría burlado la confianza de sus antiguos compañeros de lucha armada y también de millones de colombianos que creyeron en su supuesta voluntad de paz. ¿Qué sigue ahora con el caso Santrich?