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La Ley del Montes | Salud al menudeo

El Gobierno decidió valerse de las viejas mañas de la política para buscar la aprobación de sus reformas.

El gobierno de Gustavo Petro, que ofreció el cambio en las malas prácticas de la política tradicional colombiana, decidió apostarle a las mañas y vicios que tanto criticó con el fin de sacar adelante sus iniciativas en el Congreso de la República. El mejor ejemplo lo acaba de dar el pasado viernes, cuando a las 5:20 de la tarde, en horario no habitual y en vísperas de la Semana Santa, fue radicada la ponencia de la reforma a la salud, una de las grandes apuestas del mandato del Pacto Histórico.

El documento fue radicado con la firma de los representantes Camilo Esteban Avila y Gerardo Yepes Caro del partido de La U y del Partido Conservador, respectivamente, cuyos presidentes, Dilian Francisca Toro y Efraín Cepeda, habían expresado públicamente que no compartían el texto de reforma del gobierno y que -de no modificarlo- sus partidos políticos no lo apoyarían.

Las reacciones tanto de Toro como de Cepeda no se hicieron esperar. La presidenta de la U declaró que “la firma del congresista Camilo Avila en la ponencia de la reforma a la salud no fue consultada conmigo como Directora de la U”, mientras que el Directorio conservador sostuvo en un comunicado que “la firma del representante Gerardo Yepes en la reforma a la salud no representa la posición del Partido Conservador”.

Es decir, tanto Ávila como Yepes fueron desautorizados por los jefes de los partidos que ellos representan.

La sorpresiva rebeldía de Ávila y Yepes contra las directrices fijadas por los jefes de sus partidos, obedece a la nueva estrategia diseñada por el presidente Petro de “menudear” la aprobación de una de sus reformas más importantes. Ello significa que -en lugar de alcanzar acuerdos con los jefes de los partidos que hacen parte de la coalición de gobierno- la reforma a la salud será negociada de forma individual con cada uno de congresistas que integran dichos partidos. Se trata de una apuesta muy arriesgada, porque deja la suerte de la iniciativa en manos de las personas y no de los partidos políticos, que son los aprueban o desaprueban las leyes.

Al gobierno no lo respaldan los congresistas a título personal, sino como miembros de los partidos y movimientos políticos. Esa es la razón de ser de las bancadas en el Congreso. Las coaliciones se hacen con los partidos, lo con las personas.

Es indudable que una reforma a la salud concertada con los partidos tiene mayor solidez que una que surja de la negociación con cada congresista. Pero Petro y sus aliados decidieron apostarle al “atajo legislativo”, atentando así contra la propia legitimidad de una de sus reformas banderas.

En una demostración de mala fe, miopía y testarudez política la ministra de Salud, Carolina Corcho, decidió radicar en el Congreso la reforma a la salud en la que ella cree ciegamente. Una reforma que desde su presentación ha recibido todo tipo de cuestionamientos. Ese hecho fue el que llevó al gobierno a sentarse con los partidos políticos que hacen parte de la coalición oficialista para escuchar sus inquietudes y poder incorporarlas al texto final que sería llevado al Congreso. Pero -¡oh sorpresa!- ninguna de las observaciones de los partidos fue tenida en cuenta, razón por la cual decidieron no respaldar el proyecto del gobierno. “No asistiremos a una reunión más del proyecto de ley de la reforma a la salud porque consideramos que es una pérdida de tiempo”, declaró Cepeda, jefe del Partido Conservador. En ese mismo sentido se expresó Toro a nombre del Partido de La U. El Partido Liberal ya había expresado que no acompañaría el proyecto del gobierno.

Con su comportamiento lo que quedó evidenciado es que al gobierno la única reforma a la salud que le interesa es la que Petro y Corcho plasmaron en el texto original, que parece blindado contra cualquier tipo de observación o reparo.

¿Qué suerte le espera a la reforma a la salud? ¿Cuáles serían las consecuencias que tendría la nueva estrategia del gobierno de “menudear” una de sus iniciativas más importantes?

¿Estado de opinión o libertad de prensa?

Ante las constantes y numerosas críticas que ha recibido la reforma a la salud, casi todas ventiladas en los medios de comunicación, la ministra Carolina Corcho la emprendió contra quienes se encargan de difundir esos reparos, en lugar de corregirlos para mejorar el texto que definirá la suerte del sistema de salud. “Es preocupante y peligroso que Colombia esté sometida por el Estado de opinión, donde mediáticamente se decide si un proyecto de ley se presenta”. Es decir, la ministra considera que los responsables de las críticas son quienes las difunden y no ella que redactó el texto del proyecto de ley. Corcho cree -como los griegos- que la culpa es del mensajero y no del mensaje. En la Antigüedad quienes eran portadores de malas noticias los mataban, ojalá que en pleno gobierno del Pacto Histórico, la Ministra no esté pensando en obligarlos a silenciarse. Es claro que Corcho prefiere una prensa ciega, sorda y muda ante los reparos que le hacen a su proyecto de ley, que tienen que ver -fundamentalmente- con dos hechos: que las EPS privadas no desaparezcan en el aseguramiento de los pacientes y que estos puedan elegir de forma autónoma y libre su prestadora de salud y sus médicos. Observaciones que responden -ademas- al sentir de la gran mayoría de los colombianos, como lo evidencian múltiples encuestas, entre ellas la de la Andi, según la cual el 73 por ciento de los colombianos tiene una imagen favorable del actual sistema de salud. Esa misma encuesta concluye que dos de cada tres personas consultadas no quieren que se eliminen las EPS. Es decir, no se trata de un capricho de los partidos políticos hacer modificaciones profundas al proyecto de la ministra, sino un capricho de la ministra de no modificar su proyecto de ley.

Ávila y Yepes, ¿los Teodolindos y Anatolios de Petro?

Contrario a lo que piensa el gobierno, con el presidente Petro y la ministra Corcho a la cabeza, “menudear” la aprobación de la reforma a la salud con cada congresista no es una demostración de fortaleza, sino de debilidad. Punto. Someter al gobierno al desgaste de negociar cada artículo curul por curul no solo compromete la suerte final de la ley, sino que termina amarrando al gobierno a la voracidad burocrática de cada congresista, quien -obviamente- sabrá sacar tajada por su respaldo. Pero, además, el “menudeo parlamentario” genera indisciplina en los partidos políticos, rompe la unidad de las bancadas y fomenta la corrupción política. Todo lo contrario de lo que ofreció Petro de candidato. Los representantes Ávila y Yepes -quienes firmaron la ponencia el viernes a las 5:20 minutos de la tarde, a nombre de La U y el Partido Conservador, cuando el Capitolio estaba prácticamente desocupado- carecen no solo de ascendencia en sus partidos, sino que tampoco tienen el conocimiento y la experiencia en un asunto tan delicado, como es el funcionamiento del sistema de salud en Colombia. Ávila y Yepes son de esos personajes que logran notoriedad por cuenta del azar o de su buena fortuna, como ocurrió en su momento con Heyne Sorge Mogollón, Teodolindo Avendaño o el tristemente célebre “Anatolio vote si”. Ocurre, sin embargo, que en esta oportunidad lo que está en juego es la salud y la vida de millones de colombianos.

No es bueno promover el menudeo parlamentario

El tránsito de la reforma a la salud por el Congreso, después de que el liberalismo, La U y el Partido Conservador le negaran su respaldo, no será fácil. Y la “jugadita” de la ministra Corcho y sus aliados del pasado viernes en la tarde, cuando radicaron la ponencia en un horario no habitual y con un Congreso desolado, tendrá un enorme costo político. Desafiar a quienes están al frente de los partidos políticos por voluntad de sus integrantes, no es un buen negocio para cualquier gobierno. Darles tratamiento de “montonera”, donde cada congresista puede hacer lo que bien le parezca dentro de su partido, fue una de las prácticas que llevó a esas organizaciones políticas al grado de descrédito que hoy tienen. El esfuerzo que se ha hecho para ordenar su comportamiento ha sido enorme. Producto de ello, por ejemplo, es la “Ley de bancadas”, que puso fin a la anarquía existente en los partidos colombianos. Dicha ley tuvo como propósito acabar con el “lentejismo” en la política colombiana. Es decir, poner fin a las mañas, los vicios y la corrupción de aquellos congresistas que vendían sus conciencias por un plato de lentejas. Pues bien, eso es -ni más ni menos- lo que quieren revivir Petro y Corcho al menudear la reforma a la salud. Lo que llama la atención es que ganó la Presidencia de la República ofreciendo el cambio, que acabaría con esas prácticas funestas, se valga de ellas para lograr la aprobación de sus leyes.

¿Congreso o calle? ¿Qué camino prefiere Petro?

Después de creer que la aplanadora oficialista estaba muy bien aceitada en el Congreso, los hechos recientes han demostrado que el camino que tendrán que recorrer los proyectos del gobierno será tortuoso. Veamos: debió retirar la reforma política ante la pérdida de respaldo, por cuenta de la cantidad de orangutanes y micos que se la estaban devorando. Las reformas pensional y laborar adolecen de las mismas fallas que tiene la de la salud: los textos del gobierno no contienen las observaciones y recomendaciones que plantean quienes son invitados por el gobierno para que hagan sus aportes. La inflexibilidad del gobierno y la testarudez de las ministras podría llevar al hundimiento de sus grandes reformas. ¿Es eso lo que quiere Petro y por eso su intransigencia a la hora de buscar consensos? Es posible. Es muy probable que Petro esté pensando en lograr “en las calles” lo que el Congreso le estaría negando. Sería el pretexto perfecto para “movilizar al pueblo” para que lo respalde en ese propósito. Pero ese escenario tampoco resulta favorable al gobierno hoy por hoy. Su primera convocatoria a las calles para respaldar precisamente la reforma a la salud no contó con el respaldo masivo que Petro esperaba. Prueba de ello es que salieron más personas a rechazarla que a respaldarla.

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