Por Julio Materano
Especial para EL HERALDO
El conflicto de gobernabilidad da un nuevo paso en Venezuela. La presión internacional y el desencuentro institucional plantean ahora un escenario político atrevidamente bifurcado.
La nación tiene ahora dos presidentes: Nicolás Maduro, quien encarna la promesa vencida del chavismo, reprobada por la comunidad internacional, y Juan Guaidó, quien preside el Parlamento Nacional, y ha sido secundado por la OEA, el Grupo de Lima, Estados Unidos y otros actores internacionales. En Caracas, el clímax político tuvo ayer como antesala sendas movilizaciones en las que la oposición y el chavismo se midieron nuevamente en la calle.
La oposición marchó y lo hizo a todo riesgo en el oeste de Caracas, donde la fuerza de seguridad del Estado empleó un arsenal de bombas lacrimógenas y perdigones para reprimir a quienes se manifestaban en contra de Maduro. Con el espanto de la opresión petrificado en los rostros, 30 minutos después de la hora acordada para protestar –las 9:00 de la mañana– la disidencia del Gobierno fue replegada por la Guardia Nacional Bolivariana y la policía, en la comunidad de El Paraíso, al oeste de la ciudad.
La oposición, que tuvo 10 puntos de partida para materializar una movilización a la que el Gobierno vaticinó el fracaso, la avenida Francisco de Miranda, ubicada en el municipio Chacao, un enclave antigobierno en Caracas, fue el aforo opositor. Miles de personas se congregaron para oír a Juan Guaidó, quien dio la sorpresa aclamada: el anuncio de su presidencia interina que coincidía con una sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia chavista, que ratificaba la inconstitucional del Poder Legislativo.
Mientras la oposición se juraba en el poder a las 2:00 de la tarde, el ambiente en Caracas lucía enrarecido. Algunos chavistas que marchaban hacia la Plaza O'Leary, en el centro de Caracas, donde Maduro había fijado su alocución, se dijeron estafados. El mandatario nunca llegó y en lugar de ello, se dirigió a la nación desde el Palacio de Miraflores donde desacreditó a la Asamblea Nacional, elogió la fidelidad de la Fuerza Armada Nacional y pidió todo el apoyo del pueblo.
Las cenizas de las barricadas en llamas fueron el vestigio más fehaciente de un miércoles violento, atestado de reyertas callejeras. En el interior del país se contaron al menos tres muertes de manera extraoficial.
La gente de los sectores empobrecidos también desafió como pudo la represión de los cuerpos de seguridad para vociferar el hambre y el desgobierno. Al final de la tarde la jornada parecía resumida en una Caracas afantasmada, con estaciones de Metro cerrada y luces oxidadas.





















