John Wayne Gacy, conocido por generaciones como el “Payaso asesino”, fue ejecutado el 10 de mayo de 1994, en la prisión de máxima seguridad de Stateville, Illinois.
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Pero si algo ha demostrado su historia es que los monstruos no desaparecen con la muerte. Vestido a veces de ‘Pogo el payaso’, Gacy vivía una doble vida como empresario, voluntario comunitario, animador infantil y, asesino en serie de al menos 33 jóvenes y adolescentes, muchos de los cuales fueron enterrados bajo su propia casa.
Entre 1972 y 1978, su vida fue un equilibrio macabro entre la fachada de hombre respetable y un mundo oculto de tortura, abuso y muerte. La caída de Gacy fue tan brutal como inesperada.
Fue capturado en 1978 y condenado en 1980, su caso expuso los vacíos del sistema y dejó en evidencia cómo alguien podía vivir en plena sociedad cometiendo actos atroces sin levantar sospechas reales por años.
Durante más de una década en el corredor de la muerte, Gacy nunca pidió perdón. Al contrario, cultivó una imagen retorcida a través de sus pinturas de payasos, hoy consideradas objetos malditos, y declaraciones públicas cargadas de cinismo.
Gacy fue ejecutado a los 52 años, tras haber nacido el 17 de marzo de 1942. En su ejecución, incluso la técnica falló. Una obstrucción en el tubo intravenoso convirtió un protocolo “rutinario” en un proceso agónico de 18 minutos. Sus últimas palabras, lejos de ser un acto de contrición, fueron un gesto vulgar: “Kiss my ass”.
Antes de su muerte, solicitó un balde de pollo frito de Kentucky Fried Chicken, donde había sido gerente años atrás, 12 camarones fritos, una libra de fresas, papas fritas y una Coca-Cola Light.
Pero el legado de Gacy no terminó allí. Algunos lloraban, otros celebraban. Muchos solo querían asegurarse de que el monstruo fuera real y que ya no respiraba.
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A lo largo de los años, su historia ha sido contada y vuelta a contar en documentales, en series, en ensayos sobre la psicopatía, en discusiones sobre la pena de muerte. En 2024, Peacock anunció una nueva serie dramatizada que revivirá el caso, demostrando que la fascinación, y el horror, por Gacy no ha disminuido.
“No siento simpatía por él. No siento nada por él”. Por su parte, el presidente del jurado del juicio, Ron Beaver, expresó que experimentó una sensación de alivio tras la ejecución: “El alivio vino simplemente de saber que no habría más niños asesinados por John Wayne Gacy”, dijo Steve Nemmers, uno de los sobrevivientes de Gacy, en el documental.