En condiciones normales, que unas elecciones atraigan a numerosos candidatos sería asumido como señal de robustez democrática. Transmitiría el mensaje saludable de que los asuntos públicos interesan a un número creciente de ciudadanos comprometidos con su tierra, que estarían dispuestos a sacrificar algunos años de tranquilidad personal para servir desinteresadamente a la comunidad de la que forman parte.

No parece ser el caso del denominado corredor minero del Cesar, donde se han presentado un total de 34 candidatos a las alcaldías de cuatro municipios: Codazzi, El Paso, Becerril y La Jagua de Ibirico. Podría decirse que allí no hay condiciones “normales”, entre otras cosas porque esos municipios, que no pasan en su conjunto de 110 mil habitantes, son receptores de fabulosas sumas de dinero procedentes de regalías gracias a la explotación de los recursos naturales en su suelo.

Un repaso a las hojas de vida de los candidatos no invita, en muchos casos, al optimismo. Algunos ya fueron alcaldes y buscan la reelección. Otros actúan como aspirantes en cuerpo ajeno de parientes que están inhabilitados o bajo investigación. Y un buen número de ellos tiene el respaldo de maquinarias arraigadas en la zona, que no se han destacado por elevar las condiciones de vida de la población de manera proporcional a la riqueza recibida por los municipios.

Por supuesto que todos los candidatos merecen el beneficio de la duda, pese a las suspicacias que puedan despertar algunos historiales. Habrá que esperar a que los ganadores de la contienda electoral desarrollen sus programas de gobierno para poder hacer un juicio riguroso sobre su actuación.

No obstante, como se señalaba al comienzo de esta nota, resulta llamativa la cantidad de aspirantes en estos cuatro municipios del corredor minero. Esa sola circunstancia debería llevar a los entes de control a poner la lupa en la zona para garantizar que el proceso electoral se desarrolle de la manera más limpia posible.

No significa que otros territorios de la región y del país estén libres de sospecha. Las irregularidades electorales forman parte de la tradición política del país, y el gran reto que tiene nuestra democracia es desterrar esas conductas que tanto desaniman al grueso de los electores y estimulan el abstencionismo.

Si nos hemos centrado en los municipios del corredor minero es porque simbolizan a pequeña escala una realidad nacional: es una zona rica en recursos naturales, que recibe ingentes sumas de dinero procedentes de regalías, pero que no ha sabido aprovechar esa especial condición para asentar su prosperidad, por razones que deberían explicar sus gobernantes sucesivos.

Esperamos los ciudadanos de Codazzi, El Paso, Becerril y La Jagua logren elegir, de 34 candidatos, a cuatro que sepan regir con honestidad y rigor el destino de sus municipios. Sin incurrir en el dictamen simplista de que todo lo hecho hasta ahora ha sido un desastre, estamos convencidos de que las cosas podrían, y deberían, ir muchísimo mejor.