Brasil vive una intensa agitación política tras la anulación de las condenas por corrupción dictadas en primera instancia contra el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, decisión judicial de enorme calado que coincide con el agravamiento de la pandemia en el país, donde este miércoles se alcanzó el alarmante registro de dos mil fallecidos en apenas 24 horas, el más elevado desde el inicio de la crisis.
Un año después del primer fallecido por covid-19, el 12 de marzo de 2020, la pandemia está desbocada pasando una factura impagable a con más de 270 mil muertos debido, entre otras razones, a la desastrosa gestión del presidente Jair Bolsonaro, un negacionista consumado que calificó al virus como una “gripita”, consideró el uso de tapaboca como “cosa de maricas” y no ha perdido la oportunidad para arremeter contra los gobiernos regionales que intentan evitar el colapso de sus sistemas de salud decretando nuevas medidas restrictivas.
No es de extrañar que en su primera reaparición pública, el carismático dirigente del Partido de los Trabajadores (PT) centrara su discurso en lanzar dardos contra el actual mandatario, mientras llamaba a la población a la desobediencia para no acatar “ninguna de sus decisiones imbéciles”. Con Brasil convertido en el epicentro mundial de la pandemia, la vacunación que apenas avanza por la falta de dosis parece ser el nuevo frente de batalla entre estos dos pesos pesados de la política, a quienes los analistas ven disputándose las presidenciales de 2022.
Lula Da Silva, quien gobernó entre 2003 y 2011 posicionando a Brasil como la sexta economía global, tiene hoy el camino despejado, luego de la decisión judicial que le restituyó sus derechos políticos, aunque aún deberá responder ante un tribunal federal de Brasilia que asumirá sus procesos tras determinarse que el que los había fallado no tenía competencia legal. Fiel a su estilo aguerrido y vehemente, el exlíder sindical –quien disputó la presidencia en tres ocasiones antes de alcanzarla– luce dispuesto, aunque no lo revele todavía, a lanzarse a la arena política para sacarse la espina que lleva clavada.
Cuestionado por su caótico manejo de la atención de la emergencia – incluida la vacunación-, así como de la crisis económica y la recuperación del empleo, Bolsonaro sabe que su antiguo rival político se interpondrá en su camino hacia la reelección. Una contienda que se anticipa feroz tras los duros señalamientos de un magistrado de la Corte Suprema que denuncia el “juego de poder” de la justicia para “deslegitimar” a Lula y a su partido en los comicios de 2018 cuando era el gran favorito, lo que validaría la teoría de “persecución” advertida tantas veces por él mismo y su entorno.
Salpicado por esta supuesta conspiración de la extrema derecha que vincularía al hoy cuestionado juez de la operación ‘Lava Jato’, Sergio Moro, nombrado luego ministro de Justicia, el presidente Bolsonaro, como león enjaulado, amenaza con radicalizar sus posiciones. Lula Da Silva está dolido, no lo niega y asume que la polarización se intensificará. ¿A qué precio? Difícil saberlo. Con la pandemia fuera de control, Brasil necesita centrarse en superar su segunda ola que está resultando mucho más devastadora que la primera. Sin embargo, el clima político no ayuda. Que los ciudadanos no sigan pagando las consecuencias del recrudecimiento de esta grave crisis sanitaria, mientras sus dirigentes se muestran los dientes. Ya habrá espacio de sobra para la política. Sin duda, hoy es el tiempo de cuidar la vida.