El Heraldo
Editorial

Adiós, ‘O Rei’

​El rey del fútbol ha muerto. La pasión futbolera, el amor por el fútbol, los recuerdos infantiles más hermosos e inolvidables han sido dolorosamente heridos por la desaparición física del más grande futbolista.

Todos aquellos viernes en los que él entraba a nuestras casas a través del televisor para enseñarnos cómo se controlaba el balón, cómo se remataba, cómo se gambeteaba están incólumes en nuestro cerebro futbolero.

El ritual seguía con una carrera incontrolable hacía la calle para ‘hacer’, con un balón y amigos de la cuadra, lo que Pelé nos había enseñado.

En determinadas etapas de la existencia humana nacen seres excepcionales, que con su talento superior crean belleza, forjan armonía. Dejan un legado eterno, imperecedero. Ese ha sido Pelé.

La historia del fútbol es rica en extraordinarios jugadores, fantásticos dominadores del esférico, en futbolistas que nos han maravillado por sus prodigiosas gestas en un terreno de juego, pero natura eligió solo el cuerpo y el cerebro de Pelé para guardar, en ellos, por muchos años y tal vez por siempre, la perfección futbolística. El emblemático diez en su espalda no es casualidad.

Serán inolvidables sus inverosímiles saltos hasta el cielo para golpear perfectamente con la cabeza; sus indescifrables zigzagueos que atormentaban a los defensores; sus imparables remates con ambas piernas y con la misma precisión y potencia que era imposible descubrir cuál era mejor; sus estéticos dominios con el pecho, regazo para el balón que dormía plácidamente en él; sus mil maneras de anotar un gol; sus tres títulos mundiales; sus premios, sus condecoraciones, sus reconocimientos en todos los cinco continentes.

Pelé fue, sin dudas, uno de las personas más idolatradas y admiradas por el resto de la humanidad de los últimos cien años. Infelizmente, no es inmortal, como ningún ser humano, pero su obra le sobrevivirá. Obra que, como la de todos los genios, no fue fruto solo de sus aptitudes y de la inspiración divina, sino de su disciplina y comportamiento ejemplar.

Según el escritor José Ingenieros, hay una medida para apreciar la genialidad: si es legítima, se conoce por su obra, honda en su raigambre y vasta en su floración. La de Pelé es auténtica, trascendente en el tiempo e inspiradora.

En el imaginario museo del fútbol, estarán las partes del cuerpo más virtuosas de los más grandes futbolistas de todos los tiempos; en un pedestal enorme estará el cuerpo entero de Pelé.

Ingenieros sostiene que la magnitud de la obra genial se calcula por la vastedad de su horizonte y la extensión de sus aplicaciones. La de Pelé llegó a los lugares más recónditos de la tierra. El planeta tierra fue su estadio. Presidentes, reyes, jefes de estados, le tributaron homenajes a Pelé, admiraron y exaltaron a un hombre que hizo con sus portentosas piernas y un balón que el fútbol alcanzara el grado de artisticidad, de arte y no solo de deporte reglado por la eficacia.

Su relación con el balón fue mucho más que su tarea profesional, fue un recital de creatividad y belleza. “Una combinación de danza con pelota, de alta hermosura”. Se decía de él que cuando remataba de cabeza uno no sabía muy bien si subía de la tierra o bajaba del cielo.

Burnigch, defensa italiano que le correspondió marcarlo en la final del mundial de México 70, confesó: “Antes del partido me decía: ‘es de carne y hueso, como yo’. Luego comprendí que estaba equivocado”.

El efecto educativo y formativo en valores como el respeto, la tolerancia, la justicia y el espíritu de equipo que tiene el fútbol tuvo en la icónica y respetada figura de Pelé un ejemplo para las juventudes. Pelé será eterno y universal. Es intemporal. Si no hubiera nacido hombre, hubiera nacido balón, escribió el periodista brasileño Armando Nogueira.

En 1973 fue nombrado deportista del siglo. En 1978 recibió el premio internacional de la Paz. En 1993 entró al Salón de la Fama del fútbol. En 1991 la ONU lo nombró embajador sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. En 1994 fue designado embajador de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. En 2000 la FIFA le concedió el trofeo de Mejor Jugador del Siglo XX. Fue ministro de deportes de su país y embajador honorífico turístico de Brasil.

En 1977 la ONU lo declaró “ciudadano del mundo”. “Me honraría sobremanera encontrarme con el único rey coronado por el pueblo”, le dijo la reina de Dinamarca en una ocasión. En una encuesta realizada en todo el mundo 95 de cada 100 personas dijeron saber quién era Pelé.

Qué insoportable dolor aqueja al mundo del fútbol. Qué sensación de orfandad nos quedará a los amantes de este juego. Quisiéramos creer en lo que a él le gustaba decir: “Edson Arantes morirá; Pelé, no”.

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