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Como si se tratara de una caja de Pandora, que se abre y de ella surgen los males más inesperados, la emergencia sanitaria desatada por el coronavirus en Barranquilla y el Atlántico está originando una crisis, sin precedentes, en la disposición final de los cadáveres por parte de los centros asistenciales, EPS y funerarias, que confunden fallecidos, extravían cuerpos, entregan despojos mortales que no corresponden a sus seres queridos, retrasan entregas y generan una zozobra emocional indecible entre las familias afectadas, que no dan crédito a lo que están soportando por cuenta de este intolerable relajo.
Lo que parecía ser un primer caso aislado, terminó convirtiéndose en una bola de nieve que no ha parado de crecer con nuevos señalamientos de familias que cuestionan la aplicación de protocolos a cargo de entidades públicas y privadas en la ciudad. Los afligidos dolientes piden explicaciones, pero estas no terminan de llegar para su mayor desconsuelo, mientras se preguntan, con angustia, dónde están los restos de su ser querido y lo que es realmente inaudito, a quién lloraron y sepultaron.
Doña María Magdalena Ayala, de 75 años, murió en el Camino Adelita de Char, por complicaciones de salud. La familia recibió su cuerpo y lo enterró. Una semana después, la EPS Mutual Ser, según indica Sol Cantillo, hija de la señora María, la llamó para conocer el estado de salud de la señora y si se estaba recuperando en casa. Desconcertada, le aclaró a su interlocutor que la mujer había muerto. Luego la volvieron a llamar para preguntarle por qué había abandonado a su mamá en la clínica. Sol acudió al centro médico, donde le dijeron que María sí había fallecido. Sigue esperando que alguien le diga qué pasó. Doña Sonia de De León falleció en la Clínica Murillo, de Barranquilla, el domingo, pero solo hasta el lunes les confirmaron la entrega del cadáver a sus parientes. Cuando los empleados de la funeraria acudieron por su cuerpo y les dieron el de un hombre notificaron a la familia, que pidió explicaciones al centro asistencial. La señora, que ingresó por una neumonía, murió sin el resultado de la prueba de COVID-19, que le habían practicado días antes. Eliana Peñaranda, nieta de Sonia, quiere saber dónde está su abuela.
Don Jorge Cárdenas Jinete, de 42 años, murió en la Clínica Reina Catalina, de Barranquilla. No fue por COVID-19, así que sus familiares esperaban la entrega de sus restos para despedirlo. Sin embargo, en la sala de velación se dieron cuenta que el cuerpo que estaba en el ataúd no era el de Jorge, sino el de un adulto mayor. La clínica entregó a la funeraria el cadáver equivocado. Horas después, el cuerpo de este señor fue devuelto al centro asistencial, que aún conservaba los restos de Cárdenas y se hizo el cambio. Nadie les ofrece explicaciones sobre el desafortunado suceso. Y hay más casos.
274 personas han muerto por COVID-19 en el Atlántico entre el 17 y el 23 de junio, 44 de ellas sólo en la jornada del 21, de acuerdo con el Instituto Nacional de Salud. El departamento afronta una situación de emergencia por este elevado número, que excede la capacidad de los hornos crematorios de 35 cuerpos por día. Por eso, hoy se está acudiendo a inhumar a los fallecidos por COVID-19 o casos sospechosos, lo que da pie a insólitas y preocupantes situaciones como la del sepelio en Malambo, en el que se violaron todos los protocolos sanitarios al abrir el féretro. A todo lo anterior, hay que sumarles los retrasos y demoras cada vez más prolongados de las funerarias en la recolección de quienes fallecen en sus casas. El argumento siempre es el mismo, no hay carrozas para los traslados y el personal no da abasto.
¿Alguien duda de la alerta roja que la actual emergencia sanitaria está generando en la ciudad, donde resulta inminente la habilitación de espacios adicionales para brindar resguardo temporal a los cadáveres, principalmente por coronavirus debido a los enormes riesgos que su disposición conlleva?
Se debe actuar con prontitud para que no se sigan “desapareciendo” los cuerpos, causando un dolor aún más profundo a familias que ya están al borde de la desesperación ante un duelo tan inesperado. Clínicas, hospitales, EPS, funerarias y autoridades deben poner en marcha cuanto antes medidas extraordinarias y bien planificadas, que garanticen un respetuoso y digno manejo interinstitucional y coordinado de los cadáveres, ofreciendo información adecuada y notificación oportuna a los interesados. Aún en medio de una crisis de salud pública tan profunda como esta, se debe hacer todo lo posible para conservar dosis de humanidad que ayuden mitigar el sufrimiento de tantas personas.