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Luisa Elvia Orozco Solano ha dedicado 59 de sus 68 años a mantener viva la tradición alrededor de la gran pasión de su vida, el Carnaval de Barranquilla. Su empeño por la continuidad de esta manifestación cultural es tan grande que hace 28 años convirtió en realidad uno de sus mayores sueños, fundar su propia danza de paloteo. La convocatoria fue un éxito, pero sus amigos y vecinos –vendedores ambulantes y madres cabeza de familia del suroriente de la ciudad– no tenían con qué pagar la inscripción ni mucho menos su vestuario.

Decidida a seguir adelante, Luisa Elvia supo rápidamente cómo vencer esa dificultad. Destinó los ahorros obtenidos de su trabajo como vendedora de pescado, con los que iba a arreglar su casa, a financiar lo requerido por los danzantes. Así nació el Paloteo Bolivariano Suroriental de Rebolo, un grupo convertido hoy en una familia que atesora con inmenso orgullo los 18 congos de oro ganados durante sus años de ininterrumpida participación en las carnestolendas.

Esta matrona rebolera, defensora a ultranza de la tradición del paloteo, capaz de quitarse el “pan de la boca”, como ella misma dice, por su gente que encuentra en su humilde hogar un consejo, una mano amiga y un refugio, tanto que a su casa se le conoce en el vecindario como “El alivio”, es una de las ganadoras del premio Vida y Obra del Portafolio de Estímulos 2021 entregado por la Secretaría Distrital de Cultura. La otra danza merecedora de este reconocimiento es el Congo Grande de Barranquilla, creada por Joaquín Brachi, el 22 de diciembre de 1875, la más antigua del Carnaval y, sin duda, una de sus insignias más representativas.

Bajo los liderazgos comprometidos de Adolfo Maury Cabrera, su director hace 17 años, y de Luisa Elvia Orozco, el Congo Grande de Barranquilla y el Paloteo Bolivariano Suroriental de Rebolo han prestado un servicio invaluable al Carnaval siendo exponentes de la memoria e identidad del pueblo barranquillero, de la Región Caribe y del Río Grande de La Magdalena. Su entrega constante a lo largo de décadas, decidido impulso motivador de las nuevas generaciones y ejemplarizante labor de apropiación social de la fiesta los ha erigido en símbolos de la riqueza folclórica del Carnaval, la expresión cultural más importante de Colombia, pero sobre todo su aporte ha resultado trascendental para asegurar la sostenibilidad de las carnestolendas que afrontan serios riesgos de perder su verdadera esencia patrimonial por la amenaza de una comercialización y espectacularización excesivas y la desmotivación de jóvenes herederos de las danzas que prefieren dedicarse a otras actividades antes que seguir promocionando la tradición, legítimo y genuino motivo de esta celebración que alienta el arte popular, la mezcla de culturas, la diversidad, la movilización social y mantiene vivo el pasado.

Salvaguardar el presente y futuro del patrimonio cultural del Carnaval de Barranquilla es el propósito del Portafolio de Estímulos que desde hace varios años y con cargo al presupuesto de la ciudad respalda económicamente a las danzas, grupos folclóricos y otras manifestaciones artísticas de la fiesta, como la de Luisa Elvia, convertidas en escuelas de vida para niños y jóvenes de sectores vulnerables de la ciudad. Ese es otro de los valores inestimables del Carnaval.

Este 2021 no hay Carnaval, no como lo conocemos, pero gracias al Portafolio de Estímulos que premió 652 proyectos, tras evaluar las propuestas recibidas en diciembre, cerca de 40 mil personas, entre hacedores, músicos y operarios se beneficiarán directa e indirectamente de una bolsa de $2.500 millones de pesos, que tuvo un aporte de $255 millones del Ministerio de Cultura.

En este inusual año sin desfiles, recorridos, bailes populares o eventos masivos, la agenda conmemorativa con 250 momentos a través de la virtualidad programados hasta junio ofrece la posibilidad de acercarnos al Carnaval de Barranquilla como la suma de expresiones culturales que somos, un patrimonio que debemos proteger desde los distintos roles a los que estamos llamados para priorizar su sostenibilidad social y viabilidad económica, la visibilización e inclusión de los hacedores, la trasmisión de la tradición y formación de nuevas generaciones, entre otras tareas.

Que este no sea tiempo perdido y todos los sectores, autoridades y actores sociales y culturales trabajen unidos para que en 2022 el Carnaval vuelva mucho más robustecido.