Editorial

Barranquilla y Atlántico, oasis en el desierto económico

¿Cómo no sucumbir a momentos de estancamiento? ¿Esto es lo que se define como resiliencia o es el potencial de una sociedad vehemente que a fuerza de golpes aprendió a reinventarse crisis tras crisis? En EL HERALDO nos dimos a la tarea de rastrear las claves de esta historia, con sus luces, también sombras y asuntos pendientes, como la informalidad, dura de reducirse, al menos como se espera. Nada puede dejarse al azar. Proseguir con los esfuerzos, con igual alcance y velocidad, tiene que ser parte del reclamo electoral de la campaña en ciernes. Es esencial para encarar la incertidumbre, bien en clave interna o externa, que subyace en nuestros escenarios.

Afrontamos tiempos económicos desafiantes. El actual y el que se avecina. No es momento para vacilar. La magnitud de nuestra actual realidad esparce señales ciertamente preocupantes que no convocan a un pletórico optimismo. Para la muestra, lo conocido esta semana. En marzo aumentó el porcentaje de familias que apenas come dos veces al día, situándose en 26,5 %, (2,2 millones de hogares), cuando en ese periodo de 2022 era de 24,9 %. Además, el 50,8 % de los ciudadanos insiste en que su situación económica está peor o mucho peor que un año atrás. Ambos datos son del Pulso Social del Dane. Tampoco es una cuestión menor lo señalado por el Banco de la República sobre la caída de 10,9 % de la inversión extranjera directa que llega al país, en el primer trimestre, comparado con el mismo periodo del año anterior. 

Eso, a grandes rasgos, porque en el detalle de la tan evidente como implacable desaceleración económica, los efectos se vuelven incontables. Sucesos que profundizan la incertidumbre o desconfianza de distintos sectores. Uno de ellos, el empresarial que todavía no logra borrar del todo las cicatrices que a su tejido le dejó la pandemia, mientras aguarda con aprehensión el ambiguo trámite de las reformas sociales del actual Gobierno. Ahora, si bien es cierto que la inflación habría tocado techo, los alivios aún no son lo suficientemente rotundos para convencer o modificar la perspectiva negativa de ciudadanos de a pie que continúan asfixiados por persistentes cuellos de botella que recrudecieron su zozobra cotidiana. La perspectiva de un ‘corrientazo’, paradójicamente más caro, pero mucho más reducido en sus porciones, es otro de esos escenarios retadores para el bolsillo de la clase trabajadora, como lo comprobó EL HERALDO.

Jóvenes, mujeres, informales y, en particular, los pobres son, invariablemente, los más golpeados por una crisis que no afloja del todo. Tanto es así que la economía, como confirmó la encuesta de Invamer, se mantiene como la mayor preocupación de los colombianos. Sí, es la economía, estúpido lo que más mueve emociones: para bien o para mal, desatando un enrevesado clima social que presiona a un Gobierno, a ratos disperso, otras superado por sus propios embrollos, que debería hacer esfuerzos más categóricos para alinearse con el sufrimiento colectivo de familias extenuadas, que se dejan la piel en un desesperado intento por llegar con vida a fin de mes. ¿Les suena? Quien no conoce una o hace parte de ese listado extenso de damnificados. 

Hacer la tarea para encontrar el equilibrio entre una recuperación económica y social justa del conjunto de la población y la puesta en marcha de estrategias puntuales para actuar con rapidez a favor de los más vulnerables catapultó al Atlántico, con Barranquilla como punta de lanza, a consolidar un dinamismo económico que ya quisieran obtener otras regiones. En 2022, el departamento fue el tercero de mayor crecimiento del país, con un 9,3 % por encima del promedio nacional, que fue de 7,5 %. Tendencia constante que ha encadenado datos positivos en los últimos 4 años, sumando un crecimiento de 15,2 %, considerado un caso de éxito nacional. 

Estabilidad más confianza, cohesión territorial y sostenibilidad, como las mejores políticas socioeconómicas. En el Atlántico se invierte para crecer, el tejido empresarial es sofisticado, se buscan nuevos mercados, mientras jalona la productividad. Nada distinto a sumar sinergias para asegurar oportunidades reales que se traduzcan en reducción de pobreza. La receta ha sido efectiva porque la multidimensional bajó 5,3 % el año anterior, frente a la de 2021, hasta situarse en 10,2 %. Indicadores oficiales del Dane que también hablan de un mercado laboral en expansión con 49 mil nuevos ocupados en Barranquilla y Soledad en los últimos 12 meses. Los mejores augurios proceden de la industria manufacturera, el comercio y las actividades artísticas y de entretenimiento, originados en algunos casos en negocios nacientes, buena parte de ellos microempresas, que pese a las coyunturas adversas u hostiles dan la pelea por seguir a flote. 

¿Cómo no sucumbir a momentos de estancamiento? ¿Esto es lo que se define como resiliencia o es el potencial de una sociedad vehemente que a fuerza de golpes aprendió a reinventarse crisis tras crisis? En EL HERALDO nos dimos a la tarea de rastrear las claves de esta historia, con sus luces, también sombras y asuntos pendientes, como la informalidad, dura de reducirse, al menos como se espera. Nada puede dejarse al azar. Proseguir con los esfuerzos, con igual alcance y velocidad, tiene que ser parte del reclamo electoral de la campaña en ciernes. Es esencial para encarar la incertidumbre, bien en clave interna o externa, que subyace en nuestros escenarios.

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