La decisión de trasladar el Concejo Distrital de Barranquilla a una nueva sede en el barrio El Prado, en una casona patrimonial declarada bien de interés cultural de carácter nacional, constituye un primer paso fundamental para resolver una situación largamente postergada.

No obstante, ese importante avance debe ir acompañado —de forma urgente y concreta— de los recursos necesarios, por un lado, y de un plan de acción detallado, por el otro, que lo concrete en una realidad operativa, segura y funcional. Además, en un tiempo prudencial.

El estado crítico de deterioro estructural del edificio donde actualmente sesiona el cabildo distrital, como lo ha documentado EL HERALDO, no admite más dilaciones ni paliativos. El informe técnico de la firma Norte Consultores Constructores corrobora la gravedad de una situación que salta a la vista: humedad persistente, corrosión de aceros, fallas eléctricas, desprendimientos de concreto y, lo más alarmante, un riesgo directo para la integridad física de quienes trabajan allí y transitan por esa céntrica zona de la ciudad. De manera que el contundente concepto de los expertos no deja dudas: ¡el inmueble debe ser desalojado!

Bajo esas lamentables circunstancias el Concejo no puede seguir sesionando en un espacio que hoy representa un peligro público para la ciudadanía por ser una estructura envejecida sin mantenimiento oportuno ni reforzamientos estructurales, que no cumple con la norma sismorresistente vigente y acusa deficiencias sustantivas en cuanto a accesibilidad universal.

El Concejo es el epicentro de la democracia local. Allí nacen los proyectos que transforman a Barranquilla y se escuchan las voces de sus habitantes. Resulta inadmisible que un órgano tan esencial para la vida pública opere en condiciones que superan lo insalubre e inseguro.

A decir verdad, la cuestión no es solo de infraestructura, también es de institucionalidad, como el concejal Juan José Vergara le expresó a EL HERALDO. ¿Qué mensaje se les transmite a los ciudadanos cuando su principal órgano de representación política y administrativa delibera entre grietas, hongos, ascensores inservibles y una motobomba en el sótano para sacar el agua que se acumula? ¿Cómo exigir eficiencia y compromiso de estos funcionarios públicos que trabajan en un entorno hostil, que les limita recibir a quienes los requieren?

El anuncio de la nueva sede —previa autorización del Ministerio de las Culturas para las obras locativas— es, sin duda, un hecho positivo. Pero tratándose de un bien de interés cultural, la intervención no se anticipa sencilla ni rápida. Por la naturaleza del inmueble, se requerirán adecuaciones especializadas para su ampliación, refuerzos estructurales, una restauración minuciosa e incluso no se descarta su adquisición. Todo en cumplimiento de unas normas estatales para proteger su valor patrimonial e histórico, como es el deber ser.

La administración distrital, encabezada por el alcalde Alejandro Char, respalda la iniciativa. Ahora debe traducirlo en hechos concretos, para incluir en el presupuesto 2026, que está por debatirse, las partidas necesarias para la ejecución del proyecto de reubicación que demandará una inversión significativa que debe estar plenamente justificada y garantizada.

El apremiante traslado del Concejo Distrital, desde las instalaciones de la antigua Alcaldía al barrio El Prado, es la mejor oportunidad para ofrecerle una infraestructura segura a quienes acuden a diario al Concejo a trabajar o a ejercer su derecho a ser escuchados. Puede ser también una ocasión ideal para fortalecerlo y forjar democracia participativa en la toma de decisiones públicas, acercando al Cabildo y a sus integrantes a los ciudadanos en general.

Que el Concejo funcione hoy en una sede que se cae a pedazos es una contradicción con la imagen de progreso urbano que proyecta Barranquilla. La “sala de partos” de los proyectos de ciudad, como le llama el concejal Samir Radi, merece un espacio digno para hacer realidad los sueños colectivos de los barranquilleros y ejercer un verdadero control político.