Nada afea y perjudica más a un barrio o una comunidad que un botadero de basura que no solo se convierte en un epicentro de malos olores, infecciones y plagas, sino en un foco de inseguridad. Y lastimosamente cuando un andén, canal de agua o lote se evidencia abandonado o en mal estado se convierte en todo un atractivo para quienes inescrupulosamente y sin remordimiento alguno arrojan desechos propios o de otros en cualquier oportunidad que se le abra en su camino o en su entorno.

Ese horrible fenómeno social ha marcado por años a Barranquilla, que a pesar de los esfuerzos públicos y comunitarios le ha costado batallar con la incultura ciudadana de no pocos habitantes que a diario se topa uno en la calle lanzando una bolsa, una concha de fruta, papel, servilletas, vasos y toda clase de basuras desde las ventanas de vehículos andando o mientras caminan por cualquier calle de la ciudad. Y ojo que no es un fenómeno exclusivo de un sector, pasa en todos los estratos, por si acaso se quisiera estigmatizar que solo sucede en los barrios populares.

En esa batalla nació el programa ‘Barranquilla Limpia y Linda’ que lidera la Oficina de Servicios Públicos del Distrito y que según el último reporte ya completó este fin de semana 50 puntos críticos recuperados. Lo hizo con tres jornadas simultáneas de intervención en Caribe Verde, en las que tomaron parte los vecinos del sector, el equipo de la Alcaldía y aliados del sector privado.

Esa quincuagésima recuperación es motivo de celebración para la Alcaldía distrital, que reseña que ya son más de 40 mil metros cuadrados de espacio público recuperados, que impactan de manera positiva y directa a unos 63 mil ciudadanos y evitan la emisión de 149 toneladas de dióxido de carbono al año. Cifras nada despreciables y que en la medida que se multipliquen terminarán generando un efecto dominó que les cambiará la cara a amplios sectores de la capital del Atlántico.

Para el desarrollo de esta estrategia vale la pena resaltar los pasos con los que se construye cada recuperación y que tiene como protagonista el trabajo conjunto de autoridades y comunidades.

Ese paso a paso contempla diagnóstico inicial, empoderamiento ciudadano, la creación de un frente de seguridad, coordinación interinstitucional, luego el diagnóstico técnico para la ejecución, para llegar a la intervención integral del punto crítico. Surtido todo el proceso la clave está en el seguimiento, de forma que se mantenga una vigilancia y acompañamiento para garantizar que las mejoras realizadas perduren en el tiempo y en óptimas condiciones.

Se trata nada más y nada menos de incentivar el sentido de pertenencia en la ciudadanía, en un esfuerzo colectivo y círculo virtuoso que se genera cuando la autoridad hace su tarea y sirve a las comunidades, que a su vez sienten la necesidad, la obligación, pero sobre todo el deseo de proteger, conservar, cuidar y defender sus entornos renovados, porque sienten que hicieron parte del trabajo para el logro y compromiso genuino de sostenerlo y defenderlo.

Ejecutar obras, por pequeñas o grandes que sean, deben contemplar siempre y en cualquier caso a los habitantes beneficiados de forma directa y aún indirectamente, en una dinámica de asegurar que sean ellos los primeros guardianes del producto final.

A día de hoy son 50 puntos críticos recuperados bajo el programa de la Alcaldía de Barranquilla, pero no se requiere una iniciativa gubernamental para generar cambios. Basta con que los ciudadanos se reúnan en torno a nobles propósitos para embellecer sus cuadras y sus espacios públicos y propagar el buen comportamiento ciudadano.

La suma de pequeños esfuerzos y la multiplicación de la conciencia y respeto por el medio ambiente y la naturaleza seguro podrán enrutar a la ciudad a ser cada vez más ejemplo de una capital limpia. Son muchos metros cuadrados y espacios pendientes, pero no hay que desistir del propósito. ¡Todos en la tarea. Se puede!