Al Caribe le faltan buenas noticias en materia de infraestructura. De ser posible, realizables en un corto plazo. Como rara vez esto sucede, nos hemos curado de espantos y el escepticismo pasó a ser una omnipresente actitud, consecuencia del creciente número de proyectos que hoy duermen el sueño de los justos en las gavetas de alguna entidad nacional.
Luego de una extensa y ardua lucha, todo parecería indicar –impensable aún cantar victoria- que se destrabó una de las iniciativas con mayor importancia estratégica para la conexión de la región. Se trata de la construcción de dos viaductos, a la altura de los kilómetros 19 y 28, en la vía que conecta a Barranquilla con Ciénaga, en el departamento del Magdalena.
Por fin, la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) aprobó la licencia ambiental de la obra, adjudicada en marzo de 2022 y cuyo estudio de impacto en el ecosistema de la Ciénaga Grande de Santa Marta se presentó a finales de 2023. Menos mal que era un trámite de carácter perentorio por la afectación de la erosión costera en los puntos críticos.
Más allá de reclamos, todos justificados por la larga e inexcusable espera, esta es una gran noticia. Primero, por el proyecto en sí mismo: una obra crucial para la conectividad y la seguridad vial, la competitividad regional y porque mitigará los riesgos de la pérdida gradual de tierra en la línea costera, derivada de la emergencia climática que ha deteriorado parte del corredor estratégico. Y segundo, porque el Caribe demanda que el centralismo le dé respuestas a sus urgencias, en vez de recibir tantos golpes del gobierno nacional de turno.
El antitécnico e ilegal cobro de valorización en el eje vial Cartagena-Barranquilla-Circunvalar de la Prosperidad y los retrasos en la puesta en marcha de la APP del Canal del Dique son solo dos situaciones que ratifican la desarticulación entre las decisiones del Ejecutivo y las imperantes necesidades del Caribe. ¡Si hasta parece que habláramos dos idiomas distintos!
Los retrasos, que de a poco empiezan a superarse, generarán –sin duda– un impacto en el tema presupuestal, teniendo en cuenta que en el 2022, cuando se adjudicó la obra la inversión se tasó en $700 mil millones. ¿Será que la plata alcanza? Hasta ahora se sabe que el contratista revisará los términos para definir el alcance de los recursos asignados, lo que hace imprescindible que el Gobierno garantice más fondos, de ser necesario. De lo contrario, nuevas dilaciones podrían comprometer la viabilidad definitiva de la megaobra.
Ahora bien, este proyecto no es aislado. Hace parte de un engranaje que se integra con la APP Sierra Mar que construirá la doble calzada en el tramo entre Palermo y la Ye de Ciénaga, así como la variante de Ciénaga. En el primer caso, se encuentra en fase de preconstrucción, es decir en cierre financiero y ambiental, luego de haber sido adjudicada por la Gobernación del Magdalena en noviembre de 2023. Si todo marcha, de acuerdo con lo proyectado, se requerirán 7 años para tener en servicio la doble calzada en los 85 kilómetros que abarca la concesión del privado. Por su parte, las obras de la variante de Ciénaga, visibles para quienes por allí transitan, están en un 95 % de avance y su entrega se prevé para octubre.
Así las cosas, la urgencia radica ahora en avanzar sin más dilaciones en las intervenciones, en particular en la de los viaductos. Su construcción no puede seguir postergándose entre trámites, disputas políticas o decisiones centralistas.
El Caribe merece contar con una infraestructura a la altura de sus potencialidades, capaz de solventar sus requerimientos en competitividad, movilidad y desarrollo que le exige el actual momento. Solo así será posible que este territorio, que arrastra enormes desafíos en el cierre de sus brechas de pobreza y exclusión social, esté listo para atender las nuevas dinámicas del comercio exterior, el turismo y servicios. Para mañana es tarde. Avancemos, esta deuda histórica es inaplazable.