Cuenta regresiva para las cruciales citas electorales de 2022 que definirán el rumbo político del país en los próximos años. El 29 de enero comenzará oficialmente la campaña presidencial que convocará a los colombianos a las urnas el 29 de mayo, para participar en la primera vuelta, y el 19 de junio, en la segunda –el escenario más probable a día de hoy–, cuando se conocería el nombre del nuevo jefe o jefa de Estado.

Antes, el agitado calendario electoral de 2022 nos marca otras fechas clave que conviene tomarse en serio con enorme compromiso ciudadano, cívico, e incluso patriótico, porque de ello dependerá la consolidación de la recuperación económica, en la que urge avanzar en la reducción de la pobreza e informalidad y en la lucha contra las desigualdades, agravadas por la suma de las crisis pandémicas.

El 13 de marzo, o lo que es lo mismo, en 8 domingos, se elegirá un nuevo Congreso de la República. Ojalá realmente renovado, tras la derrota del clientelismo y otras prácticas corruptas en las que, de manera cínica y descarada, persisten las trasnochadas maquinarias politiqueras de nuestras regiones. Nunca es tarde para que los ciudadanos sean conscientes del poderoso valor transformador de su voto, la más inestimable herramienta con la que cuentan para reescribir su historia presente y lograr que sus principales demandas se encaucen por las vías institucionales.

En esa misma jornada se celebrarán las primarias de las coaliciones Equipo por Colombia, Centro Esperanza y Pacto Histórico, que por estos días acuerdan quiénes integrarán sus listas en virtud de nuevas movidas en el interior de las fuerzas políticas. Este decisivo ejercicio de democracia participativa otorga legitimidad a las distintas alianzas que, luego de duros debates internos, han apostado por enriquecer la contienda electoral, mientras fortalecen el liderazgo y capital político de quienes resulten victoriosos. La fragilidad de los partidos tradicionales y la inexperiencia de los movimientos recién establecidos demandan ambiciosas estrategias para no sucumbir en el intento. Es razonable aprender de errores pasados.

La novedad primordial del ‘superdomingo’ electoral del 13 de marzo es la inédita escogencia de las 16 Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz. Por primera vez en la historia de nuestros comicios, habitantes de los 167 municipios que las conforman podrán elegir delegados de las organizaciones de víctimas del conflicto armado, para que los representen en la cámara baja. Hecho significativo que da cumplimiento a uno de los muchos puntos pendientes del Acuerdo de Paz con las Farc, en relación con las víctimas, pero que además permitirá cerrar brechas de participación electoral, gracias a la creación de nuevos puestos de votación en zonas rurales, en riesgo extremo por la presencia de estructuras ilegales.

Esta es, sin duda, una de las mayores amenazas que se ciernen sobre el actual proceso electoral. Lamentablemente, no es novedad. En regiones como los Montes de María, el sur de Bolívar o de Córdoba, municipios de Magdalena, La Guajira o Cesar, sus pobladores votan o hacen campaña en medio de la intolerable presión de los grupos armados irregulares, arriesgando sus vidas. Sin garantías de las autoridades en los territorios donde la violencia se ha recrudecido o reconfigurado, por las nuevas disputas en el control de las rentas ilícitas entre el Clan del Golfo, el ELN y las disidencias de Farc, los grupos de víctimas, líderes sociales y partidos políticos no podrán hacer proselitismo.

Una alerta democrática que el Gobierno nacional ni las Fuerzas Armadas deberían subestimar, so pena de ver fracasar las nuevas apuestas de inclusión electoral. Ningún hecho de violencia política ni de manipulación de los votantes es tolerable, así es imposible construir democracia. Sobre todo en el caso de las curules de paz.

A pocas semanas de los comicios, la inseguridad alimentaria que acosa a los más pobres o el deterioro de la seguridad urbana, entre otros asuntos de la cotidianidad ciudadana, siguen a la espera de propuestas políticas viables para ser superados. Los candidatos al Congreso parecen pasar de agache, o al menos el ruido que intentan hacer, a diferencia de sus cacareadas batallitas en redes sociales, se queda corto.

Decisiones informadas para no botar el voto. Los electores del Caribe colombiano tienen la palabra.