Autoridades de Barranquilla y Atlántico cierran filas contra quienes insisten en cometer todo tipo de desafueros pasándose por la faja las medidas decretadas por los gobiernos departamental y municipales para preservar la salud de los ciudadanos frente a la constante amenaza de contagio por covid-19. Resulta chocante que tantos meses después de esta incesante lucha epidemiológica contra el indeseable virus que ha demandado, por parte de todos, un enorme esfuerzo individual y colectivo, existan aún significativos grupos de personas que persistan en actuar de forma desconsiderada, sin el menor sentido común o mínima prudencia, anteponiendo sus intereses particulares por encima de la realidad general: ¡estamos en pandemia!
1.500 celebraciones masivas, aglomeraciones familiares en casas y eventos clandestinos en sitios prohibidos como galleras –considerados, y con razón, verdaderos focos de propagación del virus– fueron intervenidos por la Policía en Barranquilla y su área metropolitana el fin de semana anterior, a pesar de que en los municipios regía el toque de queda y la ley seca. Lo más alarmante es que personas con diagnósticos positivos de covid han sido encontradas participando en estas actividades poniendo en riesgo la salud de los asistentes.
Los uniformados no dieron abasto para atender a las más de 11 mil llamadas en las que habitantes de distintos sectores advertían acerca de estos excesos y de la ocurrencia de 318 riñas, producto del desproporcionado consumo de alcohol. Imposible ubicar un policía en cada punto de Barranquilla o el departamento para ejercer un ‘control personalizado’ que garantice el cumplimiento de las medidas establecidas. La ciudadanía tiene todo el derecho de ejercer sus libertades, pero con absoluto respeto y responsabilidad, entendiendo los límites impuestos por la emergencia sanitaria que se mantiene vigente. Seguimos en un momento complejo en el que las decisiones individuales pueden entorpecer el futuro colectivo inmediato.
Que nadie se llame a engaño. La indisciplina social en Barranquilla y los municipios no responde a las necesidades de la población más vulnerable que se rebusca para sobrevivir, sino a la terquedad e inconsciencia de quienes se niegan a cancelar o a renunciar a eventos sociales, fiestas y reuniones porque es lo usual en la temporada de Carnaval. Lamentablemente, estas personas parecen olvidar que este 2021 no hay Carnaval, no al menos como lo conocíamos, ni en la ciudad ni en los municipios: no hay desfiles, bailes o grandes concentraciones alrededor de las carnestolendas. Es el mensaje que debe prevalecer frente a quienes usan estas fechas como un pretexto para saltarse las normas de autocuidado sin medir las consecuencias de sus actos.
Lo que debe ser un ejercicio de compromiso ciudadano para acatar las medidas de cara a preservar la salud propia, la de la familia, amigos y vecinos, termina convirtiéndose en un asunto de orden público en el que la Policía incrementa su pie de fuerza con más uniformados y se acompaña del Ejército y la Armada en el patrullaje, vigilancia y control de los municipios del Atlántico, en los que este fin de semana vuelve a regir el toque de queda nocturno y la ley seca; y también en Barranquilla, donde enhorabuena el alcalde Jaime Pumarejo ordenó toque de queda y ley seca para el próximo fin de semana, cuando se conmemorarían los tradicionales sábado y domingo de Carnaval.
Este año, mientras arranca la vacunación y se completa el exigente proceso de administrar las dosis al 70% de la población para alcanzar la inmunidad colectiva que le impida al virus circular y reproducirse, no habrá celebración más importante que la de la vida que está por encima de cualquier otra consideración.
Aunque en Barranquilla y el resto del Atlántico los indicadores del virus se mantengan estables – gracias al decidido esfuerzo de la mayoría de sus habitantes– nadie debe descuidarse ni creer erróneamente que el virus se fue. Por el contrario, los riesgos que suponen las nuevas variantes o las reinfecciones, cada vez más frecuentes, tendrían que ser revulsivos frente al relajo que unos cuantos quieren permitirse en el momento menos adecuado. Solidaridad.