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Esto apenas empieza. Si ganaba no había que sacar el carro de bomberos, si perdía no había que tirar la toalla. Junior solo pudo empatar 1-1 en su visita a Águilas Doradas, ayer en el estadio Alberto Grisales, de Rionegro, y dejó ver que hay mucho que mejorar todavía.

Pudo ser mejor este comienzo en materia de puntos si Léider Berrío no comete ese penalti tonto que le facilitó el camino hacia la igualdad a los locales, pero también pudo ser peor si los atacantes del cuadro antioqueño, principalmente Marco Pérez, autor de tanto de penalti, hubiesen estado más atinados.

El primer tiempo fue más favorable para Águilas en opciones e intenciones. El equipo paisa, que cumplió una destacada campaña en el torneo anterior y ha tenido continuidad en su nómina, lucía más ordenado y firme en su idea de juego ante un Junior sin dique en el mediocampo, e impreciso y algo aparatoso en la zaga.

Después de un breve comienzo en el que amenazó con presionar en campo rival, Junior desistió y trató de mantenerse precavido ante un local que escrituró el balón a su nombre, aunque sin profundizar. El juego tenía más bostezos que emociones.

No había posesión en los dirigidos por Arturo Reyes, les costaba retener el balón. Sin embargo, inauguraron el marcador al minuto 15 a través de Omar Albornoz. En una jugada propiciada por un buen pase largo de Wálmer Pacheco, en el que Léider Berrío se desprendió por el costado derecho y luego mandó un pase preciso al borde del área chica, el cartagenero remató con acierto y le otorgó la ventaja al ‘Tiburón’.

El gol pellizcó mucho más y les dio alas a las Águilas. Con el empuje de su capitán, Jeisson Quiñones, la habilidad de John Freddy Salazar, que hizo de las suyas por la derecha; y la movilidad de Marco Pérez en el área, Junior sufrió el partido y en los últimos minutos de la etapa inicial estuvo metido en su arco.