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A sus 81 años el legendario compositor Camilo Namén Rapalino, se la pasa evocando el ayer donde supo inspirarse en lo cotidiano para contar en canciones todo lo que giraba a su alrededor. En este sentido, su punto de partida tenía que ser precisamente Chimichagua, esa tierra sagrada que lo vió nacer el jueves 22 de junio de 1944.

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Los años no pasan solos. Ahora camina lento y con un bastón intenta contar sus pasos. Además, de manera madura y serena observa la vida hasta llegar a llorar por cada recuerdo que se atraviesa por su memoria, teniendo la virtud de abonar el terreno con lágrimas extendiendo la existencia a través de su propia voz.

Entonces, sin ninguna tardanza fijó su pensamiento en la vieja Concha, (Concepción Rapalino), su mamá, y en aquel gran amigo, su padre (Felipe Namén Fraija). A cada uno de ellos les hizo un canto. ‘Las canas de mi vieja’ y ‘Mi gran amigo’, respectivamente, que llenaron su alma y fueron el motivo perfecto para agradecerles haberlo traído al mundo.

En esos versos estuvo presente el amor del hijo fiel teniendo la fortaleza dentro de las soledades del corazón para que floreciera de inmediato la ternura. Es así como canto. “La cabeza de mi madre ya está blanca, y esos son los años que la están envejeciendo, con orgullo le canto a mi madre santa, que por ella en esta vida estoy viviendo. Que dicha tan grande madre querida, nadie puede tacharla a usted en la vida”.

Después volvió a cantar. “Tan bueno y tan noble como era mi padre, y la muerte infame me lo arrebató. Esos son los dolores y las penas tan grandes, que a sufrir en la vida le pone a uno Dios. Mi padre fue mi gran amigo, mi padre fue mi amigo fiel. Mi padre se jugaba conmigo y yo me jugaba con él”.

En medio de sus añoranzas añadió que el merengue ‘Mi gran amigo’, grabado por Jorge Oñate, lo presentó en el Festival de la Leyenda Vallenata del año 1971. En esa ocasión la canción ganadora fue el paseo ‘Lamento arhuaco’, del compositor Santander Durán Escalona.

No se rindió ante la adversidad y el año siguiente regresó al concurso. Al respecto Camilo Namén, aseveró. “Dios me tenía mi lugar en el Festival de la Leyenda Vallenata y gané con el paseo ‘Recordando mi niñez’, canción pegada al corazón de miles de personas”.

En esa línea de la composición volvió a conceptuar. “Mis canciones tienen la esencia de lo natural. Todo me pasa o les pasa a mis amigos y de ahí nace todo. El vallenato es bello y nació para quedarse. Por favor no dejemos de cultivarlo porque la vida no tendría sentido”.

CortesíaCamilo Namén, experimentado compositor de la música vallenata.

El querido compositor hace algún tiempo se apartó de las parrandas, pero sigue componiendo cuando la ocasión lo amerita. “Le doy gracias a Dios por llegar a esta edad. Solamente les pido que no me saquen del corazón. Quiero quedarme en el amor de la gente, porque he tenido un sentimiento que es el de componerle a las realidades para que no me olviden”.

De otra parte, hace poco tiempo entregó una producción musical con 13 canciones, 10 de ellas inéditas, para no quedarse escondidas en su memoria. “Esa fue una bendición porque la idea es continuar contribuyendo con la música vallenata que llevo en mis venas y siempre he defendido. Lo mío es puro amor por el folclor y hasta el final de mis días lo haré. Lo prometo”.

Historias vividas

En Camilo Namén se encuentra el verdadero juglar. Compone, canta, versea y echa cuentos. Es un excelente parrandero. Precisamente, relató un cuento con su padre Felipe Namén Fraija. “Había un ingeniero que hacía nomenclaturas y mi papá lo contrató para que hiciera un trabajo en Astrea, Cesar. Mi papá me invitó, pero no fuí por una noviecita, pero él en la noche regresó cargado de plata porque había hecho el contrato. Le dije, “Aja papi, me vas a prestar o me vas a regalar algo de plata”. “Ni prestado ni regalado. Dile a tu mamá que te preste”, me contestó.

“En vista de eso pensé que me tocaba robarlo. Me acosté rápido. Cuando él llegó yo estaba roncando. Él, se acostó y la plata la puso debajo del colchón. De ahí la sacó y la metió en el escaparate. Al rato volvió a meterla debajo del colchón. Después, se levantó, caminó y dijo lo siguiente. Yo no he dormido y le respondí, dígame yo”.

Las charlas con Camilo Namén no tienen final porque aparecen historias sucedidas en cualquiera lugar del universo vallenato. Es así como indicó que tiene en la pista de aterrizaje un canto. Enseguida interpretó su primer verso. “Yo soy un hombre de mil detalles alejo las penas y el dolor, si me muero me entierran en el Valle, pa’ está más cerquita del folclor. Y la tumba al lado de mi padre pa’ que el muerto quede con amor, y que se diga por la calle, aquí yace el compositor”.

El capítulo se cerró cuando el propio Camilo Namén, trajo la más grande realidad de la vida donde nadie se puede escapar porque los designios de Dios son perfectos. “Me dio una tristeza porque ayer recordé, los tiempos aquellos en que volaba papagayos, y ahora que estoy grande, que paso trabajo, quisiera volver a la niñez. Pero, aquellos tiempos se han pasado, y ahora con paciencia espero la vejez”.

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Gracias a Camilo Namén por enseñar que las paradojas de la vida tienen variados matices y al frente todavía se mira la inmensa ciénaga de Zapatosa, de su tierra Chimichagua, donde muchas veces intentó pescar alegrías, pero se atravesó una que otra tristeza sin lograr opacar sus grandes propósitos.

Definitivamente, “Para vivir la vida, solo hay que tener fe. Recuerdos de mi pueblo me causan sentimiento y el alma por dentro se me pone a llorar”. Muchas veces llorar permite buscar palabras en el corazón para que luego las lágrimas lluevan sobre las mejillas.