
El derecho a la sonrisa
La sonrisa es un don del espíritu, es un derecho fundamental, es salvación y honestidad, es lo más cercano al significado puro de la vida, es restauración, expansión y eternidad.
En él una sonrisa prominente, clásica y pura. Sonreía en la alborada por la ilusión del nuevo día que asomaba y le permitiría ponerse en pie, vestir su traje bien cosido, llevar bien puesto su sombrero y rociar de buen perfume su pañuelo. Sonreía entre sorbo y sorbo del café de la mañana que preparaba con sus propias manos, para él y para su eterna enamorada, así ella lo tomara, como siempre, a destiempo.
Sonreía solo imaginando la sonrisa de la señora Beatriz al recibir de su parte sus dulces favoritos, los cuales le llevaba sin motivo diferente al verla sonreír todos los lunes en la sucursal del centro del antiguo Banco de Crédito. Don José sonreía mientras planeaba o recordaba las bromas y ocurrencias que su alma picaresca y juguetona había hecho ayer o haría en la tarde próxima. Sonreía después del mediodía cuando terminaba el almuerzo y tomaba su pipa y su picadura fresca de manzana. Sonreía después de dormir 15 minutos de siesta y en sus caminatas de la tarde por el parque después de oír las voces de algunos de sus nietos, sonreía en la noche antes de ir a la cama por el sencillo placer de poner su cabeza en la almohada y saberse profundo en medio de la nada, sin miedo ni alteración. Sonreía a los problemas y a las vicisitudes, su última sonrisa se la entregó a la muerte y entonces logró dejar en la memoria de sus familiares y amigos una contagiosa manera de sonreír cada vez que alguno de ellos recordaba su vida. Su luto fue como su vida, su vida; una eterna sonrisa.
La sonrisa es un don del espíritu, es un derecho fundamental, es salvación y honestidad, es lo más cercano al significado puro de la vida, es restauración, expansión y eternidad. Es la herramienta de transformación más poderosa, es la caja de resonancia suprema, es liberación, es bendición, es ternura y es alivio, es perdón, es bandera blanca, es fluido y es caudal de maravillas, es polvo de estrellas, es amor, es encuentro, es unión, es riqueza infinita y es nobleza, es humildad, es comunión, es absolución y grito de independencia. La sonrisa es clemencia, es medicina y es luz.
“No cuesta nada y produce mucho, enriquece a quienes la reciben, sin empobrecer a quienes la dan” decía sabiamente Ghandi.
¡Cuánta pequeñez y estupidez gobierna en el mundo para “prohibir” una sonrisa!
¡Cuánta miseria habita en el cuerpo de alguien que induce a su pueblo mirar al piso y fingir un sentimiento, como lo tienen que hacer los Norcoreanos por estos días obedeciendo a las ridículas instrucciones de su líder a causa del luto nacional que decretó a propósito del 10° aniversario de la muerte su padre. Es una falta de respeto también con la tristeza y la memoria.
A su vez, cuánta pobreza gobierna corazones en otros tristes territorios donde sus viejos líderes continúan sus gobiernos llenos de llantos y reproches!
¡Cuánta valentía es necesaria para darle vida a los temas más sencillos y quizás los más sublimes!
¡Cuántas sonrisas nos hacen falta para poder llevar los días de los días!
Hoy recuerdo a don José más que nunca, quien partió en un diciembre más reciente, hoy sonrío en su sonrisa y en el derecho a ella misma en sus vidas y en la mía.
Que nadie nos la robe, que nadie la arrebate, que nadie nos pignore, el hermoso derecho a la sonrisa.
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