Estamos en un momento cruel y decisivo, donde ni el más fuerte y sabio de los hombres pudo imaginar que esta civilización en el 2020 llegara al punto en que nos encontramos como resultado de esta pandemia del Covid 19, que segundo a segundo sigue contaminado como una avalancha de castigo y una lección para todos. Después de esta tempestad tendrá que venir la calma, pero sin duda no seremos iguales, el planeta afanosamente busca su equilibrio y ha partido en dos la historia reciente de la humanidad en este siglo.

Un líder histórico sin lugar a dudas fue Nelson Mandela, que vivió en el encierro, 27 años en la cárcel, y entre sus frases célebres, hay una que parece para el momento que vivimos: "La libertad es inútil si la gente no puede llenar de comida sus estómagos, si no puede tener refugio, si el analfabetismo y las enfermedades siguen persiguiéndoles”. Un mensaje fuerte y directo donde se vuelve esencial para los ciudadanos la subsistencia ahora en el encierro, con cero poder adquisitivo, o el incomprensible aumento de la violencia intrafamiliar que agudiza la crisis en los hogares, como lo demuestran en Colombia la consejera para la Equidad de la Mujer, Gheidy Gallo, el incremento en denuncias por afectación al interior de las familias en un 79%.

Estamos recibiendo lecciones muy duras y que han implicado muchos sacrificios, pero quizás, de esto rescatamos que la naturaleza se está renovando en una libertad como nunca antes se había encontrando, reconquistando sus espacios usurpados sin piedad por siglos de la mano aplastante del hombre en su ego sin límites, queriendo demostrar ser el único y absoluto dueño del planeta tierra. Ya hay reconocimientos concretos de efectos positivos en el control ecológico del mundo: “Durante la última semana del mes pasado, los expertos del King’s College en Londres encontraron que la contaminación atmosférica en la capital británica se redujo en un 50 por ciento.

Pero este horrible episodio de castigo está a punto de cambiar para bien y por mandato de Dios para llegar a algo, no nos sigamos preguntando el por qué, sino ¿para qué? estamos viviendo la penumbra para cambiar de fondo y valernos de esta pesadilla para mejorar y renovar la fortaleza espiritual y el valor de la vida.

El ser fieles a lo que está ocurriendo es comenzar a prepararnos luego del camino descarrilado, pero que tenemos la oportunidad de enderezarlo hacia lo correcto y que se logren convertir todas estas experiencias dolorosas que llenan el alma de incertidumbre, en verdadero pozo de sabiduría. El camino de la verdad está llegando a donde ya podamos reunirnos con nuestros hijos y seres queridos en otra actitud, mirando de frente a los ojos hacia el mismo horizonte.

Una discusión bizantina se hace popular, escoger entre la economía o la salud. Lo cierto es que ni la producción, la industria y la máquina del desarrollo se pueden detener (el desempleo en Estados Unidos alcanzó en la última semana el récord de afectación: 6 Millones de personas), aquí la ecuación simple pero de concientización es que todos los ciudadanos debemos aprender a convivir por un tiempo con el Coronavirus, con la esclavitud temporal inspirados en el bien colectivo.

Bienvenido el adiós a los abrazos, a los besos espontáneos y protocolarios, a las cortesías excesivas y muchas veces cargadas de hipocresía, lo único cierto es que estamos siendo llamados a asumir nuevos comportamientos y hábitos de convivencia, manejar juiciosamente los límites de los espacios cotidianos del otro, que nos dará como resultado mejoramiento para todos en calidad de vida y valorarnos más como seres humanos, consientes del nuevo amanecer… que está a punto de llegar.