En uno de los apartes en mi libro “Al Viento y Al Azar” titulado: La Soledad de los viejos en un país desarrollado, afirmo: “El origen de la soledad en que viven algunos viejitos en los Estados Unidos es la consecuencia de la exagerada independencia de los jóvenes, que al sentir despuntar su mayoría de edad levan anclas para jamás volver, como dice el poeta colombiano Porfirio Barba Jacob en “Canción de la Vida Profunda”.

Nunca imaginé, que como consecuencia de la pandemia del coronavirus, los mayores, ya grandes como nos dicen, estemos también refugiados a la fuerza sin conocer todavía a ciencia cierta, cuando retornamos a los momentos más bellos: el contacto con el calor de la familia y los encuentros de tertulia con los amigos recordando historias y anécdotas.

Hemos sido nosotros, ignorados en nuestra capacidad de responsabilidad frente a la necesaria prevención, el sentido común que nos da el recorrido de nuestra vida y por ello nos han limitado al máximo el derecho a que podamos salir y recibiendo en mi caso, la aliviadora brisa del Caribe siguiendo la norma al pie de la letra. Las reiteradas manifestaciones por ejemplo en Colombia de “rebelión de las canas” no es sino la expresión de una ansiedad justificada producto de una discriminación donde hemos sido subvalorados y no cuenta nuestra experiencia y ganas de vivir. Nos definen como población vulnerable, pero por lo contrario estamos sobradamente blindados por el paso de los años, donde ya hemos ganado muchas luchas, ascendido cimas, sabemos cómo prevenir el peligro y lo que significa dejar de existir.

Nuestra alternativa ha sido un “tour casero al interior de nuestros hogares” se ha hecho entones más recurrente la visita a nuestro sofá, o el balcón, desde donde logro apreciar mi adorada Barranquilla... o el estudio en donde renuevo la memoria de mis líneas literarias, las fotos de mis hijos, el computador que me invita, o el papel y la pluma dando impulso a mi deseo de plasmar una palabra, una idea, un recuerdo, porque a nuestra edad gracias a Dios, todo sale del alma y del corazón.

Paradójicamente los jóvenes a los que se refiere Porfirio Barba Jacob, que brillan por su ausencia ante sus padres y son en parte el motivo de la soledad de los adultos mayores en sociedades modernas, son en su mayoría los protagonistas de la rumba, pasándose de tragos en medio de la irresponsabilidad en la prevención y la norma, en esta época de pandemia, han retado la poca vida que llevan queriendo empujarla al abismo o a la tumba, si infortunadamente son contagiados.

Pero esto, no es una lucha de edades o generaciones, hay también otros que sí han escuchado y se han puesto de pie. En mi Barranquilla, luego de días de mucha angustia, nos estamos recuperado poco a poco frente a la pandemia y todos bajo un solo paraguas, donde gobernantes y líderes de opinión han puesto el pecho, y el personal de la salud se ha entregado sin límites; su capacidad y profesión en un ejemplo de sacerdocio que merece nuestro aplauso.

Y aunque debemos seguir concentrados, batallando contra el virus, simplemente: ¡Barranquilla gracias, lo estamos logrando!