Cuando estamos ad portas de cerrar el año usualmente se hace un balance de los temas más relevantes, de los pendientes y de los propósitos del año que viene. Dentro de este listado suele incluirse los cambios políticos, las crisis económicas y sociales, la violencia a nivel nacional e internacional, pero hay siempre temas críticos que no entran y que son parte de la construcción de una sociedad más evolucionada y justa. El tema al que no le han dado la relevancia necesaria ni este año y a lo largo de la historia es la salud mental, un asunto que cada vez afecta a más personas, especialmente a los niños y adolescentes.
En Colombia, en promedio, se suicidan 7 personas y se presentan alrededor de 95 intentos de suicidio diariamente. Un asunto que afecta principalmente a menores de 29 años y que tiene especial incidencia sobre niños y niñas que enfrentan problemas de salud mental. El país no solo no está preparado para abordar el tema con la seriedad que amerita esta situación, sino que sigue manejando el problema como si se tratara de algo de menor relevancia.
Acceder a un psicólogo en Colombia es un proceso que puede ser lento – si se hace a través de una EPS- o costosísimo si se hace de forma particular, lo que es sumamente preocupante. No es fácil para las personas tomar la decisión de consultar con un experto en salud mental, y cuando dan el paso entonces se chocan con una realidad que ha hecho que la terapia sea prácticamente un lujo y no un derecho. Hay iniciativas maravillosas del sector privado como “Porque quiero estar bien” de la Fundación Santo Domingo, que podrían ser tomadas como ejemplo de cómo ampliar la red de expertos en salud mental para que pueda cubrir a muchas más personas, y sobre todo, garantizar que puedan tener seguimiento durante su proceso.
Ahora, valdría la pena que las personas recibieran mayor instrucción sobre cómo apoyar a quienes enfrentan una enfermedad de salud mental, brindándole recursos no solo a quienes lo padecen sino a las familias y a las personas cercanas. Cuando alguien le comenta a otra persona que se siente triste, deprimido o ansioso la respuesta más recurrente suele ser que no hay razones para sentirse de tal forma, que la vida es muy bella y que hay que ser agradecidos con lo que se tiene. Es una respuesta planteada desde la buena voluntad de ayudar a las personas a salir adelante, pero que muestra el amplio desconocimiento de los problemas de salud mental y lo poco preparados que estamos para apoyar a quiénes padecen alguna enfermedad mental. La realidad es que a lo largo de la historia poco o nada se ha hecho para tratar las enfermedades mentales, y por el contrario, a pesar de la evolución que ha tenido el tema aún sigue siendo un tabú que en gran medida está relacionado con nuestras tradiciones religiosas.
Nota clave para las fiestas decembrinas: ahora que empiezan los encuentros familiares y las cenas navideñas, evitemos los comentarios hirientes a familiares, como los relacionados con el peso o el cuerpo de los demás, el estado sentimental de las personas, entre otros.
@tatidangond