Cartagena, la capital turística del país, ha sido víctima histórica de la politización de su administración, dejando rezagada las oportunidades de crecimiento de una ciudad que debería ser uno de los principales centros de desarrollo de Colombia. De esto se deriva una situación social y económica que es absolutamente lamentable, una ciudad que, en medio de las inundaciones provocadas por la falta de una infraestructura idónea, lejos de crecer parece haberse detenido en el tiempo. Más allá de un asunto de percepción, las cifras son prueba de que la ciudad no avanza, sino que retrocede; según Cartagena Cómo Vamos solo en el 2022 han aumentado los hurtos en un 12% y alrededor 25 mil hogares cartageneros aún no cuentan con saneamiento básico. A noviembre de 2022 había aumentado la tasa de homicidios en un 73% en comparación con el año inmediatamente anterior y se advierte que puede entrar en la lista de las 50 ciudades más peligrosas del mundo.
Ahora, frente a las inundaciones que han dejado a 16.000 personas afectadas en Cartagena, hay tanto componentes propios del rigor de esta ola invernal que ha afectado a todo el país, hasta el progresivo decaimiento de una mala infraestructura que no ha recibido la inversión pública para implementar mejoras y garantizar el mantenimiento necesario. Esta realidad afecta principalmente a personas en situaciones de pobreza monetaria y pobreza multidimensional, en una ciudad donde los índices de desigualdad y pobreza siguen siendo alarmantes.
Entre las dificultades que enfrenta Cartagena está la superación de la pobreza, la reducción de índices de desigualdad, la necesidad de combatir la inseguridad, la planeación de una ciudad cuyos ingresos se vean reflejados en oportunidades para su desarrollo y, el manejo de los recursos públicos de manera transparente y eficiente. Todo este cumulo de problemas es el resultado de un carente liderazgo social y político, que ha llevado a que la gestión pública de esta ciudad haya estado mediada por el escándalo y la corrupción; un distrito que tuvo 12 alcaldes en menos de una década y que terminó siendo liderada por alguien que poco o nada sabía de la administración pública.
La actual administración, en cabeza de William Dau, una persona que llegó a la alcaldía por su discurso en contra de la política tradicional y de la corrupción, se ha conocido más por la forma chabacana en la que se refiere a cualquier asunto público de la ciudad, que por los resultados que ha tenido.
Ante los claros acercamientos que está teniendo el movimiento de Dau al Pacto Histórico, con miras a quedarse cuatro años más frente a la administración de Cartagena, valdría la pena que el gobierno nacional se tomara en serio el futuro de esta ciudad; una ciudad que a pesar de ser la más bella de Colombia, ha sufrido históricamente la crudeza de la pobreza y la desigualdad.
@tatidangond