La polémica sobre el llamado del papa Francisco de tener más hijos, en vez de gatos o perros, generó una conversación social necesaria sobre las libertades individuales, el egoísmo y las imposiciones sociales de conformar una familia tradicional. Digo necesaria, porque a pesar de que su afirmación ha sido ampliamente rechazada, con toda razón, porque cada quien debe tener la libertad de decidir sobre qué hacer con su vida o de cómo conformar una familia si la quiere, cuando alguien decide no tener hijos suele tildarse de egoísta dentro de una sociedad que concibe la maternidad o la paternidad como el acto por el cual se perfecciona su existencia.
Ser egoísta no tiene nada que ver con traer una hija o un hijo al mundo, por el contrario es una decisión individual o de pareja que refleja el desarrollo de la autonomía de una persona que entiende qué quiere para su vida y que tiene la valentía social de no dejarse imponer la presiones sociales que nada bueno conllevan. La visión del papa amerita analizarse desde diferentes ángulos, desde la paternidad y la maternidad como función social, el impacto que tienen estas afirmaciones sobre el cuerpo femenino, y la libertad de las personas a vivir su vida como mejor lo consideren.
Tener hijos o hijas porque la Iglesia lo recomienda o porque la sociedad lo pide no es precisamente una función social; lo que sí lo es, es tomar una decisión consciente de que traer personas al mundo implica cumplir con deberes afectivos y legales. En un mundo donde el abandono infantil está al orden del día, el mensaje del papa no debió ser que no tener hijos es un acto de egoísmo, sino que tenerlos para abandonarlos o no criarlos es el verdadero hecho que merece el mayor reproche. Vivimos en una sociedad tan contradictoria, que a todos les piden hijos porque nacen con el pan debajo del brazo pero a las personas con bajos recursos se les insinúa constantemente que no tengan más hijos que no tengan como mantener, porque al final la imposición social es que los tengas pero si tienes dinero para ello. Esto, al final demuestra que la maternidad y la paternidad en el contexto social no es un asunto de discusión puramente ideológica sino económica, lo que merece una mayor crítica de los valores de la sociedad contemporánea.
Desde el feminismo está claro que la visión del papa solo acentúa más el desdichado destino impuesto a innumerables mujeres; la visión de que la mujer es una madre en potencia, una especie de ser incompleto que se perfecciona con el parto y que alcanza su plenitud a través de un sacrificio que “no tiene precio” como lo es la crianza. Aunque a muchos no les resulte obvia esta conclusión, lo cierto es que sin necesidad de hacer tantas disquisiciones solo es necesario consultar cuántas demandas y denuncias de inasistencia alimentaria hay en Colombia y quiénes son los demandados; hombres que creen que los hijos son de la mujer y que su única responsabilidad fue ponerles el apellido – si acaso-.
Finalmente, hay un mensaje del papa que es necesario implementar, esto es que la instituciones faciliten los procesos de adopción, y aunque lo siguiente no lo haya dicho el papa, ojala que esta facilidad se extienda a parejas del mismo sexo.
@tatidangond