
La apertura del estadio Édgar Rentería fue un jonrón con bases llenas. La develación de la estatua del expelotero barranquillero, la ovación que le tributaron todos los aficionados presentes en el escenario el jueves pasado, los fuegos artificiales, el espectáculo deportivo, el ambiente, la lucha por capturar las pelotas que salían de foul (ya sin la antigua y encarecida solicitud del anunciador: “Favor devolver la bola”) y casi todo lo que rodeó el estreno del majestuoso templo beisbolero, resultó emocionante, agradable, divertido e inolvidable.
Se vivió una verdadera fiesta durante los cuatro días en que se disputó el cuadrangular amistoso entre Colombia, Venezuela, Puerto Rico y República Dominicana, que finalmente fue el campeón. Hay un gran estadio y se vio buen béisbol. Colombia no fue inferior al desafío de enfrentar a tres potencias beisboleras y les jugó de tú a tú tal como lo hizo en el pasado Clásico Mundial.
Desde el jueves hasta el domingo quedó claramente reflejado que en Barranquilla sigue existiendo pasión por los bates y las manillas, pero hacía falta un impulso que la reviviera, que la alentara. El solo estadio, por su calidad, belleza, comodidad y modernidad, es una invitación a la fanaticada.
“¡Waoo! Me dio envidia de la buena, desearía que nosotros en República Dominicana tuviéramos un estadio tan bonito como este de Édgar Rentería”, manifestó Moisés Alou en entrevista a EL HERALDO.
El dominicano, excompañero de Rentería en los Marlins campeones de la Serie Mundial de 1997, fue uno de los invitados especiales y quedó tan asombrado y admirado con la imponencia del escenario como todos los peloteros que participaron en el torneo y el público asistente.
Quienes no acudieron a este cuadrangular, les recomiendo que asistan a la serie Colombia-Cuba el 22 y 24 de este mes. No se van a arrepentir.
Recuperado el entusiasmo por el béisbol, ahora hay que procurar mejorar algunos detalles como las largas y lentas colas en los restaurantes (uno se podía perder dos y hasta tres innings tratando de comprar algo de comer), la escasez de verdaderos parqueaderos en el escenario y en las zonas aledañas, la movilidad y los horarios (que los juegos no sean tan tarde, 7 p.m. es mejor que 8 p.m.)
Más allá de esos aspectos logísticos, insisto en algo que ya escribí en una reciente columna: el desafío que ya tienen es darles buen uso y mantenerlos en perfecto estado. Las autoridades tienen que crear un ente o una figura que se encargue del sostenimiento de este y todos los escenarios. Y todos debemos cambiar nuestra cultura. No arrojar basura, no maltratar la silla ni ningún mobiliario. Repito: hay que cuidarlo.
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