Antes la autoridad se respetaba a rajatabla, y no se discutía. Comenzaba en el hogar, que la autoridad de papá y mamá era incuestionable. Igual la del maestro. Pero unas tendencias “progresistas” gradualmente fueron debilitando el principio base de cualquier sociedad y, escudados en supuestas afectaciones sicológicas, desde las escuelas vendieron la teoría que la “modernidad” obligaba a justificar ante unos críos las decisiones de los mayores so pena de la creación de complejos e inseguridades futuras. La cosa se extendió hasta convertirse en virus, y hoy tenemos que los jóvenes irrespetan a sus padres, a sus profesores, y a todo lo que signifique autoridad.

Por ejemplo al ejército y, sobre todo, a la policía. No se olvida aquél episodio cuando un supuesto campesino amenaza a un militar machete al cuello sin que éste pudiera reaccionar porque lo envainaban las leyes, que no protegen a la autoridad, sino a los malandros. Ni hablar de los ataques y atropellos contra policías por parte de unos descarados delincuentes que ni ocultan el rostro, porque saben que la impunidad los abriga. Y los agentes tienen que estoicos soportar toda clase de vejámenes y agresiones, porque ¡hay de aquél que revire contra alguno de los atacantes!

Indigna tal mundo al revés. Rescatar la autoridad obliga a que, antes de proponer leyes y decretos de amnistía para los malandros, corresponde aplicar normas que sancionen drásticamente a quien agreda verbal o físicamente a un agente de la autoridad, seres humanos con familias que los esperan angustiados por su suerte. Delincuentes transitando libremente afecta la autoridad, y los derechos humanos de policías y de ciudadanos. Hay que protegerlos prioritariamente, tal como lo hacen todos los países decentes. Y como lo hace Bukele.

Coletilla triste: Todo indica que, para variar, las jugarretas izquierdosas volvieron a hacer de las suyas, esta vez en Brasil donde, tal como aquí, a última hora de la nada le fueron apareciendo votos a Lula, que Bolsonaro no pudo con el sesgo del Tribunal Electoral, igual que aquí Duque no pudo con Vega, así que tocó declararlo ganador por un estrecho margen aunque, como aquí, sin mayorías en el congreso y pocos gobernadores. Empero, en las filas de Bolsonaro aseguran tener las pruebas del fraude, para revertir el guarismo y para que se mantenga en el poder y reivindique al pueblo brasilero de ser, como aquí, presa fácil e ingenuo blanco del populismo barato.

Coletilla orgullosa: Tremendo el papel que hicieron las chicas futbolistas del sub 17, que un país enamorado madrugó a verlas jugar con las selecciones del mundo, tocando el balón, armando paredes, brindando un concierto de fútbol, pero sobre todo con convicción y sin los complejos de siempre. El sicólogo Zabaraín hizo bien su tarea.  Qué pesar que los árbitros Fifa tengan especial consideración con los equipos europeos de renombre, y les hayan pitado en contra y omitido un penalti previo al gol que nos ganó. Lástima también que no hayan tenido la suerte de Junior, que ojalá le continúe.  

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