
El 20 de diciembre de 2015, Ariadna Gutiérrez fue coronada reina universal. Su inocencia y juventud, en contraste con su figura imponente iluminaban el escenario. Dos minutos después de ser nombrada la mujer más hermosa del universo (los seres humanos somos tan atrevidos que otorgamos títulos absolutos e insolentes) el presentador Steve Harvey pidió disculpas y admitió que se equivocó. La nueva Miss Universo no era de Colombia sino de Filipinas. La cara de sorpresa de ambas participantes causó conmoción en los asistentes, quitarle la corona a una de las chicas para ponérsela a otra, la desilusión de Ariadna y la humillación de la figura femenina en su máxima expresión. El reality show en pleno furor. La denigración humana vende, eso lo tienen claro los canales de televisión. Los consumidores están hambrientos por el dolor, la vergüenza y el irrespeto. Pisotear a dos mujeres jóvenes en vivo y directo fue noticia mundial, las redes sociales colapsaron. El objetivo se logró; tener rating sin importar las consecuencias.
El domingo 29 de enero de este año se celebra Miss Universo, el presentador será el mismo del año pasado, el mismo que nombró a Colombia reina universal, luego afirmó que se confundió y pidió que le quitaran la corona. Las promociones del nuevo concurso hacen alusión al error que cometió Harvey. La deshonra humana no tiene límites.
Raimundo Ángulo, presidente del Concurso Nacional de Belleza, no se preocupó por protestar y defender la dignidad de la mujer colombiana. Después de tal humillación, lo mínimo era que este año Miss Colombia no hubiera participado en semejante burla. El señor Angulo dejó muy en claro que el show debe continuar.
El terrible episodio se transformó en éxitos para Ariadna Gutiérrez, acaba de estrenar una película en Hollywood y su representante es el mismo de Sofía Vergara. El dicho “No hay mal que por bien no venga” aplica perfecto para este caso. Las jóvenes se emocionan al ver que es posible lograr metas tan lejanas gracias a un concurso de belleza; se vuelve a poner de moda querer ser reina en Colombia. Aquí nace la llaga del problema. Vivimos en una sociedad llena de estereotipos e imposiciones. La irrealidad se apodera del día a día. La belleza se maquilla hasta llegar a la mentira. Las mujeres pelean por sus derechos y libertad, pero se ahogan en un mar de ficción que las condenan a un mundo injusto y desigual.
Los concursos de belleza son la metáfora que colorean la realidad femenina. La mujer exhibida, vulnerable, disfrazada de una belleza impuesta. El público que observa el espectáculo como carnada. Las chicas que sueñan con ser reinas, las otras que las critican y se burlan de ellas, las indiferentes, las intelectuales, las que todo lo saben y las que no saben nada. Las mujeres somos tan complejas, aunque hemos avanzado en la sociedad, logrado imponer nuestros derechos y seguimos en la lucha por una posición real; estamos estancadas, no por la desigualdad de género, por nosotras mismas. Hasta que no admitamos la diversidad, la verdadera libertad, dejemos de competir entre nosotras y nos aceptemos tal y como somos, la batalla está de antemano perdida.
En un mundo lleno de reality shows en donde todos estamos expuestos, tenemos el deber de sentarnos a reflexionar y replantear el feminismo y la lucha de nuestro género. A veces somos tan vacías que todas estamos en un constante concurso de belleza sin darnos cuenta. No es solo el físico, está lo intelectual, laboral, creativo y familiar. El problema no son los reinados, tampoco exponer nuestro cuerpo o debatir y demostrar que somos inteligentes. El tema es que se escogen bandos y se señala el opuesto. ¿Cuándo empezaremos una lucha colectiva y no tan egoísta?
@mariamatusv
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