El Caribe, por su posición e historia, es una de las regiones más diversas de la geografía nacional. Su vocación ha permitido a sus autores vincularse con múltiples y lejanas fuentes, con la libertad de quien no reconoce temas ni espacios ni tiempos que le sean vedados. Ello, sin duda, es consecuencia de las diferentes culturas que se han dado cita en su cuenca, del influjo de los múltiples y complejos procesos de mestizaje, sincretismo e hibridación que se han operado en su espacio.
Por su naturaleza, los escritores del Caribe dirigen su mirada hacia todas las culturas, con una apertura a numerosas tradiciones que se asumen como propias. Su esencia no se aprecia tanto en el espacio, los detalles o el lenguaje, sino más bien en la actitud libre y transgresora con que se examina el mundo y se evalúa la historia, en la tolerancia con que se acogen e incorporan en un mismo proyecto literario múltiples territorios, tiempos y visiones. Las letras del Caribe colombiano deben ser consideradas en el universo estético e ideológico del Gran Caribe, esa realidad pluricultural bañada por ese mar interior que se forma entre el continente y el arco de las Antillas.
La tradición literaria del Caribe colombiano ocupa un lugar destacado en los procesos de modernización del campo literario colombiano. Cabe señalar, que los estudios literarios constituyen una de las mejores alternativas humanísticas frente a las encrucijadas del mundo moderno. En ese sentido, uno de los retos principales de la academia colombiana, consiste en sentar las bases de una nueva crítica literaria, una que no sea subalterna del amiguismo ni del odio, que respire independencia y sensatez, que no se deje halagar por la política ni los espejismos prefabricados del éxito comercial, que no vuelva a olvidar que el valor de la literatura no puede ser definido por la Iglesia, ni por la moda, ni por los concursos de popularidad, pues en el campo literario también son relevantes las obras cuyo impacto está perfectamente limitado a las minorías y también son necesarios los libros que se escriben sin cálculos ni presupuestos mercantiles. En suma, una crítica que mire de frente a la sociedad y le recuerde que la cuestión del valor no se resuelve con trucos ideológicos, ni mucho menos con falsos consensos de la comunidad interpretativa.
La Maestría en Literatura y Escrituras Creativas de la Universidad del Norte y la Beca Ramón Illán Bacca apuntan en esa dirección. Es necesario que Barranquilla, como principal polo de desarrollo del Caribe colombiano, modifique su tradicional postura en relación con los estudios literarios. Es indispensable que la ciudad comprenda que la investigación literaria no se opone a su histórica naturaleza de capital comercial y empresarial, pues, como sostiene Martha Nussbaum, las humanidades también proporcionan ingredientes fundamentales para la consolidación de una cultura empresarial saludable.
Múltiples naciones que antes miraban con desatención las humanidades, ahora las promueven agresivamente por una razón sencilla: han descubierto que recortar el espectro de las humanidades es malo para los negocios y el ascenso económico. Para hacer negocios se requiere imaginación y creatividad, y estas naciones han llegado a reconocer que el cultivo de la imaginación a través del estudio de la literatura y el arte es esencial para potenciar la creatividad y la innovación.