Novelistas malos y buenos
En él, su autor se dedica a descalificar de manera implacable a todo aquel que no cumpla con los preceptos de la moral y la doctrina católica, al tiempo que exalta las virtudes excelsas de los novelistas piadosos y camanduleros.
Un monumento a la arbitrariedad supuso la publicación en 1910 de Novelistas malos y buenos, del padre Pedro Ladrón de Guevara, el único manual de censura literaria que alcanzó a ser publicado en Colombia. En él, su autor se dedica a descalificar de manera implacable a todo aquel que no cumpla con los preceptos de la moral y la doctrina católica, al tiempo que exalta las virtudes excelsas de los novelistas piadosos y camanduleros. Ladrón de Guevara, cuyo esfuerzo en solitario superó con creces al de los múltiples censores del Vaticano, justifica la prohibición de los «malos libros» en los siguientes términos: «¿Habrá que preguntar por qué la iglesia prohíbe los malos libros? Como Madre amorosisima los prohíbe para evitar la ruina de la fe y buenas costumbres de sus hijos».
Con semejante criterio estético, Manuel María Madiedo, uno de los precursores del cuento en el Caribe colombiano, es registrado en su Índex Criollo como un escritor incrédulo, «de malas ideas y espiritista», Jorge Isaacs es apenas un novelista que entrevera el espíritu cristiano con lo mundano, lo voluptuoso y lo sensual, a Tomás Carrasquilla le reprocha que poseyendo tan excelentes cualidades para escribir bien, no se ocupara más de «lo genuinamente cristiano, generoso y noble, en que tanto abunda su tierra de Antioquia». Pero es con José María Vargas Vila con quien más desahoga su intolerancia:
“Sentimos verdaderamente que sea de esta cristiana República este señor, de quien nos vemos precisados a decir que es un impío furibundo, desbocado blasfemo, desvergonzado calumniador, escritor deshonesto, clerófobo, hipócrita pertinazmente empeñado en que lo compren por recto, sincero y amante de la verdad; egoísta con pretensiones de filántropo y, finalmente, pedante, estrafalario hasta la locura, alardeando de políglota con impertinentes citas de lenguas extranjeras; inventor de palabras estrambóticas y, en algunas de sus obras, de una puntuación y ortografía en parte propia de perezosos e ignorantes; aunque en honor de la verdad, él no la usa porque no sepa bien esa parte de la gramática, sino por hacerse singular. Sin embargo, no se le tenga por tan singular, pues hay un autor italiano, impiísimo también, y repugnante, con el cual en el estilo, lenguaje, impiedad e inmoralidad, coincide no poco el señor Vargas Vila”.
Más elegante resulta la descalificación de Jorge Luis Borges, cuando sostuvo que a pesar de la centena de libros de Vargas Vila, su insulto: «los dioses no permitieron que Santos Chocano deshonrarse el patíbulo muriendo en él», constituyó su único «roce» real con la literatura.
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