El Heraldo
Opinión

Nuestra competitividad y la educación

Aunque debemos reconocer los avances en materia de educación en Colombia en el último decenio, sobre todo en cobertura, sin duda seguimos retrasados en calidad, y en temas como innovación, ciencia y tecnología. De 137 países, el Foro Económico Mundial nos coloca en el puesto 66 en el Índice de Competitividad Global. En materia de innovación, el Índice Global de Innovación nos coloca en el puesto 65 de 127 países. En ambos casos, nuestro desempeño ha sido mediocre. Sin duda, esta baja productividad es la que en el fondo no nos permite competir eficazmente.  

El último informe del Consejo Privado de Competitividad (CPC) clasifica a Barranquilla en el 9º lugar de 23 ciudades, por debajo de Tunja, Cali, Popayán y Pereira, además de Bogotá, Medellín, Bucaramanga y Manizales, obviamente.

Cuando se mira el componente institucional, nos vamos al 10º puesto (capacidad de recaudo, autonomía fiscal y gobierno abierto), en infraestructura y equipamiento seguimos en el 10º puesto, a pesar de que nos enorgullecemos de la dialéctica del concreto,  subiendo al 5º puesto por tamaño del mercado. En educación básica y media, donde pensamos estamos bien, nos vamos al puesto 18º, lo cual debería ocasionar una crisis en nuestras autoridades educativas. 

Los líderes son Pasto, Tunja y Manizales, ¡quien pudiera creerlo! Ello refleja los puntajes en pruebas Saber 11 y 5. En salud nos vamos al 5º puesto, pero en educación superior descendemos otra vez al 10º puesto, donde los puntajes de pruebas Saber Pro son decisivos. Estas últimas miden la calidad de nuestra formación profesional y debiera ser el referente de nuestros directivos universitarios locales, no solo el logro de sellos de acreditación, aunque estos últimos también pesan. 

Sumado a lo anterior, el Dane publicó los resultados de la Encuesta Nacional de Lectura del 2017.  Los colombianos (mayores de cinco años), en 32 ciudades, leen en promedio 5,1 libros. En 32 ciudades, el primer lugar se lo llevó Medellín con 6,8, seguido de Bogotá y Tunja. Barranquilla ocupó el puesto 23, con 4,3 libros, por debajo incluso de Santa Marta. Definitivamente no nos basta con Junior y carnavales para ser una ciudad ‘culta’. Ello obliga a pensar mejor las estrategias educativas y de cultura en esta ciudad, pues donde a pesar de lo que hacemos, tampoco la dialéctica del concreto parece ser exitosa. Habría que pensar en desarrollar serias bibliotecas en los barrios como lo ha hecho Medellín, iniciativa que encabezó Sergio Fajardo cuando era alcalde. Acá, lógicamente, es más importante canalizar arroyos, aunque surjan nuevos arroyos en cada aguacero, para felicidad del grupo de los contratistas locales.

Estos dos informes debieran sacudir la organización del Comité Departamental de Competitividad, sin recursos, y dejado al esfuerzo quijotesco de su director. También debiera llevar a una discusión seria de los llamados ‘clusters’ locales, identificados más por los buenos deseos que por la realidad de lo que ello significa.

Sin educación de calidad  y lectura un pueblo no va a ninguna parte, no puede ser competitivo, para poder jalonar proyectos que generen empleos de valor agregado y competir en la escena mundial. Educación de calidad y empleo debiera ser la consigna, para tenerlo en cuenta en las elecciones que se vienen. 

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