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Opinión

¡No me dejen morir!

Ya se anuncia la intención de alargar en 200 metros más, el viaducto de también 200 metros, recientemente inaugurado para que los visitantes tengan el doble de distancia para caminar sobre obra nueva, pero ni una sola palabra sobre el muelle, el verdadero muelle, ese que si pudiera hablar gritaría repetidamente ¡No me dejen morir!

Si los muelles hablaran y tuvieran sentimientos, cosa que todos sabemos que no sucede, nuestro muelle de Puerto Colombia, el verdadero muelle en el que atracaron esos barcos en que llegaron los miles de inmigrantes que recibimos de todas partes del mundo, ese que tanta historia tiene, y que decimos de dientes para afuera, que queremos mucho, no dejaría, nuestro muelle, repito, dormir tranquilos, gritando de manera desgarradora ¡No me dejen morir!, por lo inmediato, a los habitantes de ese municipio playero, y por lo que compete a su responsabilidad, a todos los gobernantes, congresistas y funcionarios estatales que impávidos parecería que estuvieran esperando a que de una vez por todas, su fuerte estructura no resistiera más, y como ha sucedido de manera repetida con el viaducto que lo conectaba con la orilla, el mar resultara venciéndolo y se lo tragara, porque el verdadero muelle, ese de 314 metros de largo por 20 m. de ancho, hoy separado de la orilla, aún sigue en pie.

Cuando eso suceda, solo merecerá un espacio en los periódicos, emisoras y televisión, como una noticia más, pero en estas no se comentará siquiera que ese muelle lleno de una historia riquísima, irrepetible y único, no solo resistió por décadas el embate del mar y su fuerte oleaje, sino la más infame desidia de todos aquellos que pudieron salvarlo y no movieron un solo dedo para hacerlo. Y como eso no se dirá, no tendrán entonces que explicar nada, esos responsables que han desconocido su innegable valor histórico. ¡Qué tristeza y rabia simultáneas! Qué impotencia se siente cuando solo se puede transmitir por este medio una dolorosa tragedia anticipadamente, sabiendo además, que como en tantas otras columnas, lo único que se logra es el respaldo de cientos de lectores y la olímpica indiferencia de a quienes estas van dirigidas de manera directa, que hasta se podría adivinar que no les agrada. ¡Qué vaina!

Ya se anuncia la intención de alargar en 200 metros más, el viaducto de también 200 metros, recientemente inaugurado para que los visitantes tengan el doble de distancia para caminar sobre obra nueva, pero ni una sola palabra sobre el muelle, el verdadero muelle, ese que si pudiera hablar gritaría repetidamente ¡No me dejen morir!, Siendo este tan importante que le dan ese equivocado nombre a lo que han construido, que insisto, aunque fuera parte de esa estructura, era tan solo el viaducto para llegar al muelle, palabra que significa: “Construcción fabricada en el agua, afianzada en el lecho acuático por medio de bases que lo sostienen firmemente y que permite a barcos y embarcaciones atracar, a efectos de realizar las tareas de carga y descarga de pasajeros o mercancías”. En los 200 metros recientemente inaugurados y en los siguientes 200, si se insiste en alargarlo, no atracó jamás barco alguno, en ese que aún sigue en pie, atracaron todos. 

Ojalá nuestras universidades estructuraran un proyecto de reforzamiento y restauración de ese muelle, y lo presentaran a la gobernación y parlamentarios, con el interés de solicitarle al Ministerio de Cultura y Patrimonio, y a Fontur, los recursos necesarios para restaurarlo. Y después sí, que construyan, de 200 en 200 metros, los tramos del viaducto para acceder a este. Pero por amor a Dios, ¡No lo dejen morir!

nicoreno@ambbio.com.co 

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