Procuro tocar temas que conozco y no especular sobre lo que no me consta. No he viajado en avión desde antes de empezar la pandemia, por lo que no conozco la remodelada y muy criticada terminal del aeropuerto Ernesto Cortissoz. Solo he visto su fachada, la cual no me agrada porque no obedece a la de un gran aeropuerto. Mucho se habla del pésimo diseño de esa terminal, pero no he escuchado a nadie indagando para conocer a quien correspondió su diseño, aunque conociendo como son las vainas, para diluir la responsabilidad, desde Bogotá responderían que a la Aerocivil, como si esa entidad fuera la que diseñara, y no un arquitecto o equipo de profesionales de la arquitectura y el diseño. Obvio que espero y deseo que al Ernesto Cortissoz le hagan las reformas indispensables para convertirlo en el aeropuerto que nuestra ciudad se merece.

Pero así mismo, Barranquilla perdió una oportunidad de oro que no regresará. Recordemos esa historia que se remonta a los años 2009 y 2010, cuando la empresa Condesa, propiedad de David Name Terán, visionó un nuevo aeropuerto en el departamento del Atlántico entre Barranquilla y Cartagena, acorde con las dos ciudades que este atendería, al que bautizaron como “Aeropuerto del Bicentenario”. Convencido que con este nuevo aeropuerto se lograría consolidar un HUB aéreo en el Caribe colombiano se congregó a un grupo de empresarios de estas dos ciudades, quienes aportaron para desarrollar todos los estudios, planos y diseños, contratando para estos a la empresa “Scadia Consultoría Aeroportuaria de Ingeniería”. El resultado final fue espectacular. Yo conocí ese proyecto y estaba entusiasmado con esa posibilidad.

Supe cuando una comitiva integrada por algunos de los empresarios aportantes, viajaron a presentar el proyecto a la presidencia en presencia de los ministros de Transporte, de Defensa y de Desarrollo, del Comandante de Ejército, así como del Director de Aerocivil. También, del asombro del entonces Presidente Álvaro Uribe, cuando apreció que se trataba de un proyecto muy completo y bien estructurado, de enorme importancia para estas dos ciudades y la región, por lo que prometió su apoyo al mismo. Más aún cuando le informaron que dentro del proyecto general, la idea era que al poner en servicio el nuevo Aeropuerto del Bicentenario, la infraestructura de la terminal de pasajeros del Ernesto Cortissoz, se reformaría para convertirla en la Universidad Militar de Colombia, quedando habilitado además, como la gran base aérea militar del Caribe.

El argumento con valor ecológico para objetar la ubicación propuesta lo fue la defensa del llamado tití cabeciblanco, pequeño primate que habita los montes en los que se definió que sería construido el mencionado aeropuerto. Pero siempre pensé que había y aún hay suficiente terreno sin aprovechar entre estas dos capitales, por lo que hubiera sido posible reubicarlo hacia algún sector cercano al propuesto, en el que el dichoso tití no lo habitara. Lo cierto es que Barranquilla perdió una oportunidad de oro, porque hoy Cartagena proyecta mediante una APP con Odinsa, del Grupo Argos, un segundo aeropuerto en Bayunca. Ese nuevo aeropuerto le restará aún más viajeros a nuestro Ernesto Cortissoz, Pero al que pudo ser el gran aeropuerto regional, desafortunadamente, las fuerzas vivas de nuestra ciudad no lo respaldaron. Y esa fue la verdadera razón de su fracaso.

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