Lo sucedido en las pasadas elecciones a las alcaldías de Barranquilla y de Cartagena mostraron unos resultados totalmente diferentes, pero buscando los ciudadanos de ambas capitales un objetivo similar. Los barranquilleros votamos por Jaime Pumarejo para que continúe hasta el 2023, la muy buena labor ejercida durante 12 años por Alex Char y Elsa Noguera. Los cartageneros votaron por William Dau, buscando recuperar el tiempo perdido, para que los recursos sí se utilicen durante los próximos cuatro años en la construcción de obras básicas, y sobre todo en la indispensable inversión social

Y es que los barranquilleros como turistas asiduos que somos, visitamos y recorremos la Cartagena que se vende a los de afuera: sus playas y sus barrios para mostrar, Bocagrande, El Laguito, Castillo Grande y Manga, su fuerte de San Felipe y la bellísima ciudad amurallada con sus plazas y restaurantes, o paseamos en pequeños o grandes botes a las paradisiacas islas del Rosario. Todo es una belleza que deslumbra hasta a los turistas internacionales que llegan en lujosos cruceros o en vuelos chárter desde Canadá y Europa. Pero, ¿Cómo es realmente esa “otra” Cartagena que no se muestra, en la que vive un elevadísimo porcentaje de su población?

Repetidamente insisto que en Barranquilla, así los del norte crean que el gran cambio de nuestra ciudad es el que se aprecia en esa zona, con sus bellos edificios y con un urbanismo moderno que nos muestra que la ciudad progresa, el más importante de los cambios para la gran mayoría de barranquilleros está en el suroccidente y en otros sectores antes totalmente desatendidos, los cuales en estos 12 años han tenido importantísimos cambios que han beneficiado a cientos de miles de habitantes. Es que de no tener nada, o casi nada, hoy cuentan con un elevadísimo porcentaje de sus calles pavimentadas, con parques, con nuevos colegios, y con Pasos y Caminos, que los acercan a la educación y a la salud. Allí hay hoy un variado comercio y se construyen edificios y conjuntos residenciales.

En cambio en Cartagena esos barrios marginados se mantienen igual o peor que antes, decenas de miles de cartageneros viviendo de forma infrahumana, calles polvorientas y destapadas por las que corren aguas negras, escuelas y centros de salud en ruinas, un espectáculo que pareciera diseñado para una película en la que se pretenda mostrar la miseria de la manera más descarnada. Y para nadie es un secreto en Colombia, que es la más asquerosa corrupción la responsable de esta lamentable situación. Políticos y funcionarios corruptos que según manifestó William Dau en su entrevista con Yamid Amad, se roban el 70% del presupuesto anual y andan campantes como honestos ciudadanos.

Todos los colombianos, más, nosotros sus vecinos costeños, y por supuesto esos cartageneros pobres, estamos expectantes a la espera que William Dau se posesione e inicie el anhelado cambio, reconociendo que no será una tarea fácil porque muy seguramente le tocará enfrentarse a las vacas sagradas que han saqueado a Cartagena y que lo considerarán como un intruso que regresó de su exilio a quitarles lo que por muchos años explotaron de manera corrupta, así que además del duro trabajo que le espera, deberá también cuidarse. Desde esta Barranquilla alegre, próspera y optimista, le deseamos la mejor de las suertes.

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