Préstenos el hacha
Para resumir la historia, los árbitros decidieron culpar a la Pandemia de la situación del aeropuerto y por lo tanto resolvieron que se liquidara el contrato, otorgando un plazo de 6 meses para que el activo volviera a la Aerocivil. A estas alturas, frente a esa decisión no es relevante si el Gobierno apela o no; lo único que importa en este momento es como se terminan las obras para evitar a toda costa que Barranquilla y el Atlántico queden en un limbo que ponga en riesgo la operación y nos deje en un escenario peor al que nos encontramos hoy.
Durante los últimos 16 años Barranquilla y el Atlántico han avanzado en muchos frentes de manera acelerada. Sin embargo, hay tres en específico en los cuales se han quedado atrás: la navegabilidad del río Magdalena, las tarifas de energía y la conectividad aérea. Estos temas tienen algo en común: se manejan desde el centro del país y su responsabilidad recae sobre el Gobierno Nacional; y no hablo de este gobierno, sino del centralismo en general, porque estos problemas vienen rezagados desde mucho antes.
Mi papá decía que algunas personas “ni rajan ni prestan el hacha”, refiriéndose a quienes no aportan, sino por el contrario entorpecen el tema para quienes buscan llevarlo a buen término. Traigo este dicho a colación porque siento que aplica con lo que se presentó esta semana con la liquidación del contrato del aeropuerto Ernesto Cortissoz, decisión que pone en los hombros del Estado la inmensa carga no solo de terminar la obra, sino también de prestar un buen servicio en unas instalaciones y una región que tanto necesitan que su aeropuerto esté a la altura de su realidad actual.
Para resumir la historia, los árbitros decidieron culpar a la Pandemia de la situación del aeropuerto y por lo tanto resolvieron que se liquidara el contrato, otorgando un plazo de 6 meses para que el activo volviera a la Aerocivil. A estas alturas, frente a esa decisión no es relevante si el Gobierno apela o no; lo único que importa en este momento es como se terminan las obras para evitar a toda costa que Barranquilla y el Atlántico queden en un limbo que ponga en riesgo la operación y nos deje en un escenario peor al que nos encontramos hoy.
Una liquidación del contrato con el Estado implica económicamente ponerlo a ceros. Me cuentan que a los bancos se les debe aproximadamente $320.000 millones y que para terminar las obras faltan alrededor de $100.000 millones adicionales. Si le sumamos a esto que en 6 meses la Aeronáutica Civil tiene que comenzar a operar, la situación es una verdadera papa caliente para el Gobierno Nacional, considerando además que durante este último año la Aeronáutica Civil ha tenido ya 4 directores.
En este poco tiempo que queda para la entrega oficial de la infraestructura aeroportuaria hay que concentrase en un plan A, que ojalá incluya el aporte local. Esperemos que el Gobierno Nacional entienda que no tiene que asumir esta situación solo, porque con toda certeza los agentes locales como son la Gobernación, Alcaldía, gremios y empresarios, entre otros, están listos y dispuestos para coadyuvar a lograr una solución definitiva que nos permita llegar a tener ese aeropuerto de primer nivel que tanto soñamos.
Préstenos el hacha, que seguro juntos lograremos “cortar el árbol.”
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