Gustavo Petro, en sus discursos de plaza pública, ha invocado los nombres de cuatro líderes que no lograron ser presidentes: Rafael Uribe Uribe, Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán y Álvaro Gómez. De cada uno ha subrayado su aporte más preponderante a la historia del país. Uribe Uribe fue un defensor de las libertades; Gaitán reivindicó la restauración moral; Galán se enfrentó a las mafias del narcotráfico, y Gómez propuso tumbar el régimen por corrupto.

Es curioso que este país recuerde más a sus mártires políticos. Indica que los presidentes no han resuelto nuestros sempiternos problemas estructurales (pobreza, desigualdad, corrupción, violencia, inseguridad, narcotráfico). De ahí que poco sea lo reivindicable en la obra de gobierno de quienes en dos siglos han pasado por la Casa de Nariño. Y probablemente distinta habría sido la valoración histórica de los mártires citados si se hubiesen colocado el fajón presidencial.

¿Por qué no hemos podido construir una democracia ejemplar con equidad social y económica? ¿Por qué hemos tenido tantas guerras civiles, montañas de muertos y mutilados, viudas y huérfanos? ¿Por qué no hemos tenido un país con paz estable y duradera? ¿Por qué seguimos siendo una de las naciones más desiguales de la tierra?

En Colombia, el poder presidencial, desde Bolívar y Santander, ha ostentado un peso apabullante, sobre todo cuando el federalismo es derrotado y se impone el centralismo. Pero, ese poder presidencial no nos ha servido para alcanzar el ideal de una sociedad justa y democrática.

No es extraño que en la historia de Colombia sea más importante un novelista como Gabriel García Márquez que todos los presidentes juntos, exceptuando a Simón Bolívar, a quien le debemos la independencia. De Bolívar para acá hay una galería de presidentes, algunos meritorios, y la mayoría sin ninguna recordación en la memoria nacional. Varios, incluso, fueron un verdadero portento de mediocridad o resultaron sencillamente funestos.

Desde luego, a una nación no solo la transforman los presidentes. Eso depende de múltiples variables. Pero Colombia está como está porque sus jefes de Estado no han logrado contribuir –con su liderazgo– a la edificación de un país exitoso en justicia social y democracia incluyente, asignaturas que siguen teniendo plena vigencia en la agenda política de la sociedad colombiana.

¿Ahora comprenden por qué Uribe Uribe, Gaitán, Galán y Gómez superan en dimensión histórica a quienes lograron ocupar el sillón presidencial? Pero, este país no necesita más mártires. En el siglo XXI, necesitamos son presidentes que lideren a Colombia para dejar atrás los lastres de los siglos XIX y XX: las guerras estúpidas, la política tramposa, la corrupción descarada, la pobreza lacerante y la ofensiva concentración de la riqueza. Los colombianos nos merecemos una nueva historia. Un nuevo comienzo.

@HoracioBrieva