En Colombia la vida vale lo que vale un celular. Vale lo que vale una cadena que tan solo tiene que parecer ser de oro real. Vale lo que haya en la billetera. Vale lo que valga la bicicleta. Vale lo que tenga encima el conductor de un carro, el transeúnte o el pasajero.
Nos hemos acostumbrado a vivir en un lugar en dónde uno todo el día tiene que andar con miedo de ser atracado, y en dónde, como lo he dicho anteriormente en otras columnas, uno mismo termina siendo el culpable de ‘dar papaya’ dónde no tenía que haberla dado.
Y es que en este país la vida vale tan poquito, que a cualquiera lo matan por la simple sospecha de un ‘tal vez’. Tal vez dentro de esa cartera haya dinero en efectivo. Tal vez ese anillo sea de joyería fina. Tal vez se tenga algo de suerte y haya un IPhone 11 Pro, de esos que con el dólar como está increíblemente ya cuesta entre unos cinco y seis millones de pesos colombianos.
Osvaldo Muñoz perdió su vida por un ‘tal vez’. Este hombre de 41 años fue asesinado a plena luz del día (porque ya ni siquiera es algo que sucede solo cuando el sol se esconde) mientras se desplazaba en un Transmilenio en Bogotá. Tres bandidos lo mataron con un arma blanca cuando intentaron robarlo, y salieron del vagón ‘como si nada’ luego de hacerlo. Y lo peor de todo, no estaba en una zona ‘caliente’ de la ciudad. Estaba en el norte. En plena calle 85. Y eran las 10 de la mañana.
La inseguridad mata más que la Covid-19. Llevamos meses teniéndole miedo a que nos contagiemos de un virus que ‘asesina’ gente, y aunque tenemos que seguir cuidándonos y cuidando a los que queremos todos los días usando el tapabocas y lavándonos constantemente las manos, la realidad es que no hay ‘medidas de bioseguridad’ que nos ayuden a prevenir perder la vida por un celular. O por lo que sea que ese día nos puedan quitar.
Y es que todo es como un dominó. Es innegable que tanto la firma del acuerdo de paz como la situación de nuestro vecino país (ha migrado gente buena, pero también mucha que no lo es tanto), ha traído más delincuencia civil a las ciudades principales. Y la Policía Nacional, que encima se encuentra atravesando una de sus mayores crisis de credibilidad de su historia, no da abasto.
Sin embargo, no es solo un problema de esta institución, sino también de un sistema judicial que no sirve. En muchas ocasiones sucede que deben atrapar hasta doce veces al mismo delincuente con las ‘manos en la masa’ para poderlo meter a la cárcel. Una cárcel que muy probablemente esté tan hacinada que no permita que una persona se pueda reformar, y que por el contrario, al poco tiempo, arroje a la calle a un ser humano aún peor.
Y con esos síntomas, el contagio de la inseguridad se sigue esparciendo sin freno.
Porque lastimosamente para esto, no han encontrado vacuna que valga.