Los matices de la historia
Pocas cosas más dañinas que la pretensión de pureza ideológica cuando es militante.
Durante los años sesenta en España, la cerveza empezó a promocionarse como una bebida para todas las edades. En los anuncios de prensa se veían imágenes de familias reunidas en torno a la mesa, con cada uno de sus miembros, padre, madre, niña y niño (recordemos que Franco estaba al mando), sonrientes y disfrutando de un espumoso vaso de cerveza. Los eslóganes publicitarios resaltaban que «fortalecía y daba un aspecto lozano» y que por eso «mamá la lleva siempre a casa», con los niños como protagonistas principales. Cuesta creer que hace apenas algo más de cincuenta años tales cosas eran posibles, se consideraban normales y no despertaban la menor alteración. Conviene entonces recordar, especialmente en estos delirantes momentos, que nuestro entendimiento de lo que es correcto puede ciertamente cambiar con asombrosa rapidez.
Anecdóticamente recordé este asunto de las cervezas españolas, con su moraleja, cuando empecé a observar la frenética destrucción de algunas estatuas en Estados Unidos y Europa, la censura a ciertas películas, y en general todo este afán por volver a destacar incómodos asuntos históricos que en cierta medida ya estaban olvidados. No se ustedes, pero yo hace rato no me acordaba de ‘Lo que el viento se llevó’, censurada hace poco, ni me detenía a pensar demasiado en Cristóbal Colón, cuyas estatuas han sido derribadas o profanadas en algunos lugares. Incluso he visto llamados a boicotear algunos negocios cuyos orígenes se pueden ligar al comercio de esclavos, aunque por supuesto actualmente generen bienestar y riqueza, y no pocos señalamientos insidiosos a notables instituciones académicas como la prestigiosa Universidad de Yale, todo ello con una pasión y virulencia que recuerdan tiempos que creía ya idos.
Es difícil comprender a que se debe esta neoinquisición, pero me parece que si sigue fortaleciéndose, y espero que no sea así, vamos a terminar perdiendo muchísimas libertades. Creo que es un error tratar de juzgar el pasado con los ojos del presente, para buscar que nuestra comprensión moral se imponga a la brava sin reconocer los matices que nos ofrece la historia. Pocas cosas más dañinas que la pretensión de pureza ideológica cuando es militante.
A veces los ejemplos exagerados ayudan a entender. ¿Qué tal si dentro de unas pocas décadas haber comprado un vehículo, o haberse montado en un avión, o haber dicho que la carne de res es exquisita, condene al ostracismo a nuestros descendientes? Los inquisidores del futuro los señalarán como hijos de unos crueles y deleznables seres que no tenían sentido de consideración con el planeta. Se quemarán libros de reconocidos carnívoros, se censurarán las películas en las que salga un avión, no se permitirá hablar de Ferrari. Suena ridículo, pero guardando las debidas proporciones, es parecido a lo que está pasando ahora.
moreno.slagter@yahoo.com
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