
En el corredor universitario de la carrera 51B se vienen presentando desde hace algunos días unos importantes atascos vehiculares, especialmente durante las horas de entrada y salida de los colegios que están establecidos allí. La situación no es nueva, dado que hace mucho tiempo que la coincidencia de los horarios de esos centros educativos genera unos picos en el flujo vehicular que entorpecen el tráfico en esos momentos específicos. Lo que ha sucedido últimamente es que unas obras de infraestructura, que se ejecutan en Villa Campestre, han restringido aún más las opciones disponibles para los conductores, motivando el desorden que actualmente están padeciendo los usuarios de esa importante vía. Aunque se espera que la situación mejore en cuanto se terminen las obras mencionadas, esta es una muestra de lo que nos espera si no nos tomamos en serio la movilidad, si seguimos manteniendo los esquemas de transporte que tradicionalmente hemos establecido.
El asunto tiene, desde luego, diferentes variables. En primer lugar, y esto es quizá lo más importante, no tiene justificación alguna que los padres de familia sigan pretendiendo llevar a sus hijos al colegio en sus vehículos particulares. La ineficiencia de esa costumbre no se compadece con la realidad de nuestra precaria infraestructura, que crecerá siempre con las enormes limitaciones que nos imponen las condiciones financieras de nuestro entorno. Por su parte, los colegios deben poner a disposición de sus usuarios alternativas de transporte eficientes, seguras y confiables, incluso aprovechando las herramientas tecnológicas que están disponibles. Lo cierto es que las cosas no van a mejorar si seguimos haciendo lo que siempre hemos hecho, es hora de que los colegios asuman su responsabilidad como instituciones educativas y den ejemplos pertinentes de conciencia ciudadana y respeto.
Las autoridades también se quedan cortas. Para decirlo con absoluta franqueza, nuestra ciudad y su área metropolitana carecen de un criterio definido para el manejo de los condicionantes de la movilidad urbana, no hay un derrotero claro, ni unidad de acciones. Mototaxis, motocarros, bicitaxis, transportes ilegales, la anárquica actitud de los buses y de los taxis, el mal comportamiento generalizado de los conductores, ciclistas y peatones, todo confluye en una mezcla de desorden y falta de autoridad. Nadie, parece, le quiere poner el cascabel al gato, y todos los discursos se resumen en propuestas de ampliaciones viales, la fórmula menos sostenible de todas.
Lograr un sistema de movilidad urbana funcional es una responsabilidad compartida. Ni el gobierno, ni los transportadores, ni los ciudadanos, cada uno por aparte, podrán lograr soluciones acertadas. Se requiere un aporte colectivo, unos acuerdos que nos permitan establecer reglas claras y el compromiso de cumplirlas. Si no lo hacemos, todo seguirá empeorando sin remedio.
moreno.slagter@yahoo.com
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