Este mes fueron publicadas dos encuestas de percepción que suelen entregar indicios razonables sobre el sentimiento general de los colombianos. Una de ellas es la encuesta Pulso Social, elaborada a nivel nacional por el Dane desde el 2020; y la otra, con un enfoque local y con más versiones en su historia, es la encuesta Barranquilla Como Vamos (BCV), una iniciativa ciudadana de origen privado. Ambas encuestas están disponibles en sus sitios web, de tal forma que cualquier persona puede consultarlas libremente y conocer sus metodologías y fichas técnicas. Son dos ejercicios transparentes y de gran utilidad.

Varios de los aspectos incluidos en los documentos mencionados podrían ser objeto de análisis y comentarios, precisamente para eso son, para motivar conversaciones que ojalá sean constructivas. Con esa idea, considero valioso resaltar dos indicadores que señalan el deterioro de la percepción sobre la movilidad en nuestra ciudad. El primero es alarmante. Según la encuesta Pulso Social, Barranquilla, incluyendo el área metropolitana (AM), es la segunda ciudad de Colombia en la que sus habitantes gastan más tiempo en sus viajes de ida al trabajo, solo superada por la invivible Bogotá, que tiene un tiempo de desplazamiento de 58.3 minutos. Barranquilla la sigue con 50.9 minutos, superando a Medellín AM (46.7), a Cartagena AM (41.6) y a Cali AM (33.0).

Aunque la encuesta BCV no tiene el mismo indicador en su formulario, indaga sobre la percepción del tiempo que se toman los barranquilleros para sus desplazamientos habituales con relación al año pasado. A esa pregunta, el 40 % de los encuestados respondió que los tiempos han aumentado, mientras apenas el 25 % consideró que habían disminuido. Vale la pena destacar que la encuesta de BCV puede tener todavía algún grado de impacto derivado de la pandemia, teniendo en cuenta que es un ejercicio comparativo con el 2021, y que la libertad para circular estuvo limitada durante ese año, alterando la normalidad.

Los tiempos de desplazamiento urbano son fundamentales para la medición objetiva de la calidad de vida de las ciudades, por eso los esfuerzos por optimizarlos deben ser constantes y duraderos. Esos esfuerzos suelen demandar la participación activa de varios grupos de interés: las administraciones públicas, la policía, los ciudadanos, los taxistas, los transportadores, etc. Sin embargo, nada va a funcionar si no se mejora con decisión el sistema de transporte público masivo. Esa es la columna vertebral de la movilidad urbana para cualquier ciudad, y justamente uno de los aspectos menos desarrollados en la nuestra.

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