La violencia y la justicia por mano propia son cada vez más comunes en el día a día. Para referenciar, solo en el pasado Carnaval se reportaron a la Policía Nacional 4.867 llamadas a la línea 123 para el reporte de conflictos; 889 riñas denunciadas y 12 homicidios, en Barranquilla y el departamento del Atlántico, solo durante los cuatro días de fiestas (1). Irónicamente durante las celebraciones de fechas especiales es cuando más conflictos y hechos de intolerancia se presentan. ¿Qué nos está pasando que no sabemos convivir?
Normalmente asimilamos el concepto de conflicto con problema, pelea o guerra, de acuerdo a nuestro contexto, pero si analizamos más allá del desacuerdo entre dos partes respecto a un mismo punto, el conflicto se presenta, según Kenneth W. Thomas (2003), “cuando una parte percibe que la otra le ha afectado de manera negativa o está a punto de hacerlo a alguno de sus intereses”. Es así como el conflicto se convierte en cuestión de percepción y para su solución de manera pacífica debe existir un equilibrio entre la asertividad y la colaboración de las partes, pero el primer paso fundamental es intentar colocarse en los zapatos del otro. El ejercicio consiste en tratar de comprender que donde yo estoy viendo un seis, quizás el otro está viendo un nueve, y la razón es porque dependiendo del lugar donde se vean las cosas, la percepción de la realidad puede ser distinta.
De acuerdo a los cinco estilos de conductas para abordar los conflictos de Thomas & Killmann (2007): evasiva, acomodativa, agresiva, colaborativa y con compromiso; los colombianos en general abordamos los conflictos de manera agresiva o competitiva, estamos a la defensiva; no nos importa el otro, ni lo consideramos; utilizamos el poder y la fuerza para “ganar”; nos dejamos llevar por la pasión del momento; ofendemos, herimos y maltratamos; nos radicalizamos en nuestra posiciones y perdemos los límites, hasta llegar al uso de la violencia.
El tema puede ser más complejo desde las perspectivas de la psicología y la sociología, e influyen aspectos como la desigualdad e inequidad social, la crisis de las instituciones y el más importante la falta de valores humanos, éticos y morales como la tolerancia, el respeto y la solidaridad, en el núcleo de la sociedad, que es la familia; esta última afectada en su estructura y funcionalidad por estos y otros conflictos sociales en Colombia.
Desde el enfoque de las relaciones humanas, el conflicto es un hecho natural, y la familia no podría concebirse como un escenario libre de conflictos. Lo que es particular en cada familia es la capacidad para la gestión y manejo de sus conflictos. Es precisamente en la familia donde el individuo adopta las bases para su proyección como ser humano integral, y por supuesto, para el desarrollo de su capacidad de reacción ante los conflictos.
El Heraldo (1) ‘Febrero cerró con 10 asesinatos menos que el año pasado’, marzo 2 de 2017.
*Abogada, magíster en Mediación de la Universidad de Cádiz (España), conciliadora.