En el año 2018 las Naciones Unidas y cuanta organización vela en el mundo por la salud del planeta, la protección de la fauna y flora y la supervivencia de la especie humana acordaron declarar a la abeja el animal más importante y vital para la conservación de las demás especies y en especial a la humana.

Sí, las abejas, a cuya picadura tanto tememos aunque no pasa de ser un agudo pinchazo y luego una hinchazón dolorosa por un rato, son nuestra única tabla de salvación a estas alturas del horror que hemos sembrado los humanos, la especie más y mejor evolucionada del globo terráqueo y también la más depredadora, mal intencionada y estúpida, a pesar de ser la única con uso de razón, un cerebro desarrollado como para haber construido cohetes interespaciales y al mismo tiempo sembrar de sangre y fuego a poblaciones enteras en nombre de Dios (¡qué canallada!) o persiguiendo riquezas del subsuelo ajeno que les son negadas por los pobladores in situ pero negociadas por los gobernantes. Todo en nombre de la acumulación de dinero, que es el eje central del poder en este planetita azul que va camino a su desaparición precoz solo gracias a esta especie mayor que hoy le da nombre a la era que vivimos: antropoceno.

¿Por qué esos bichitos de tan diversas clases pero bajo una categoría, abeja, tiene tanta importancia? Porque son la base de la floración de las plantas y por tanto de nuestra posibilidad de obtener frutos de la tierra, solo gracias a que en sus patitas las abejas se untan del polen de una flor a la que extraen su dulzor y lo depositan en otra planta con lo cual se produce el milagro de la fecundación. Aparecen los frutos, no hay uno solo sobre el planeta que no requiera esa visita para regalarnos alimento. Dicho de un modo más brutal: cada vez que golpeas a una abeja (beat a bee) estás reduciendo el tiempo de supervivencia de la humanidad. Así de simple y atroz.

Por eso me espantó descubrir que una firma comercial ofreciera un desayuno en el marco de una clase de Yoga anunciando la marca “Beat a Bee” (golpea, aplasta, vence, mata a una abeja). El marco para la masacre de abejas no pudo ser menos adecuado: el yoga busca el equilibrio de mente, espíritu y cuerpo en el respeto a la vida en general, inclusive hasta de los animales microscópicos que nuestra vista no alcanza a distinguir y se aplastan contra nuestro cuerpo sin que lo notemos. Quiero suponer que esa marca fue resultado de la ignorancia y la desgraciada fascinación por el idioma inglés para “realzar” la calidad de los objetos, cuando el castellano es de una riqueza imperial en materia de sinónimos. Sugiero que cambien ese agudo nombre por algo que invite a proteger a las abejas, porque detrás de ellas, tengan eso en mente, se va la humanidad, muerta por hambre, muerte larga, doloroso, que se toma muchos días antes de declarar que secó completamente los líquidos del cuerpo y solo queda hueso y pellejo.

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