
Zaha Hadid
Yo conocí a Zaha en Londres, en la escuela de Arquitectura donde estudiamos juntas.
Ella en ese momento era toda una artista, una arquitecta/pintora. Sus proyectos parecían tan imposibles de construir que exponía sus planos como “cuadros” y los vendía en las galerías de todo Londres.
Siempre vestida de un solo color, con mirada penetrante y una seguridad impresionante, con aire de diva desde entonces. Ya después, como arquitecta “egresada”, nos encontramos de nuevo en una conferencia que en ese momento estaba dando Norman Foster sobre sus edificios en Hong Kong y New York.
En otra ocasión yo estaba en Londres y mi amigo Juan Carlos Arcila, con quien ella tenía una estrecha relación, me contó que Zaha cumplía años y que tenía una fiesta en la sede de un antiguo acueducto de Londres. Allí terminé, invitada por ella, y me contó que había diseñado unos zapatos con una firma brasileña “Melissa” y bueno, fue toda una experiencia. En la entrada habían unos grandes tubos del antiguo acueducto que casi abrazaban un “zapato gigante” de tacón transparente. Esa era la puerta de entrada a la fiesta.. muy Zaha!!! En ese momento supe que ella era muy, muy especial.
Estuve varias veces en su estudio de la calle Bowling Green que era un antigua escuela que conservaba hasta la campana original. Las aulas, convertidas en salones grandotes unidos hasta de 3 o 4 unidades, estaban repletas de arquitectos de todas las edades y todas las nacionalidades. En esos grandes espacios cuyos “avisos” decían: América, Asia, Europa… ¡Todo reflejaba la cantidad de proyectos e intervenciones alrededor del mundo! Para hablar con ella había en su estudio una gran pantalla desde dónde dirigía el funcionamiento de la oficina y los detalles de cada uno de los proyectos que se realizaban día a día.
Zaha ya era famosa; su arquitectura deconstructivista la hizo ganar el Pritzer (como el premio nobel de arquitectura) en el 2004, fue la primera mujer en recibirlo. Zaha construía edificios neofuturistas, completamente dominados por curvas empiezan a aparecer por todas partes del mundo: La ópera de Guanzhog en China, el centro acuático de Londres y el Museo Nacional de Arte en Roma. Una lista interminable que la hizo ganadora de muchos reconocimientos, los más importantes de la profesión de arquitecto ( El Mies Van der Rohe en el 2003, El Eureopean Union Prize, o el Premium Imperiale en el 2009).
Por eso, cuando convocan a un concurso internacional para un proyecto importante de Bogotá, decido llamarla para que participara. Convencerla no fue fácil, pero finalmente lo logré. Aún recuerdo ese encuentro en uno de sus sitios favoritos para almorzar: “The Chiltern Firehouse”, explicando las reglas y los precios de Colombia (irrisorios para ella) ¡pero ajá! Convocó a todo su equipo y concursó; El resultado: ¡No ganó! ¡Todavía hoy no lo puedo creer! Tiempo después ella me llamó muy decepcionada a darme los resultados al recibir una lacónica carta de agradecimiento por su participación.
Nos volvimos a ver meses después y me regalo un dossier con el proyecto, ¡fantástico! Como todo lo que ella hacía. Días después viajó a Miami donde estaban ya en etapa de construcción de una de sus últimas obras. Yo tenía una cita virtual con ella en su oficina. Cuando llegué, acababan de recibir la noticia de USA: ¡Zaha acababa de morir! La tristeza y la frustración me invadieron y escribí por primera vez una columna para la revista Semana: “Mi última cita con Zaha”. Hoy cada vez que visito un proyecto de renovación urbana de talla mundial como el Gugenhaim de Bilbao –del arquitecto Frank Gehry, que transformó por completo la ciudad. O recientemente el museo Luis Vuitton en Paris, con largas colas para entrar a sentir su arquitectura; o ese edificio magnífico para la facultad de economía de la Universidad de Viena que diseñó Zaha en medio de todo el campus y que te invita a estudiar y a soñar. Siempre que veo todos estos proyectos pienso lo que hubiera sido para Colombia hoy tener una obra con el sello de Zaha Hadid... pero ajá...
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