
Chávez, Morales y Correa
Los populistas son mesiánicos es una verdad fáctica por redundante que suene. Son peligrosos para la institucionalidad pues no la reconocen, y ven en cada opositor a un enemigo de la verdad que cuentan a sí mismos y a otros. Como le leía hace poco a un doctor en antropología que se dedica a estudiar estos temas: ¿Qué sería del mesías sin el mesianismo? Pregunta que nos debemos hacer esta semana los colombianos.
Mi adolescencia y comienzo de juventud transcurrió en una Latinoamérica liderada por la izquierda, sí con excepciones como Colombia, pero con un conjunto de personajes dirigentes que en sus inicios parecían representar el cambio, a sus pueblos les había llegado la “buena hora”. No más oligarquía ni élites sociales manejando los territorios a su antojo. Para ese entonces yo estaba entre terminando mi etapa escolar e iniciando mis estudios universitarios, así que incipientemente iba comprendiendo más sobre ideologías. No me identificaba con lo que estos hombres proponían para sus países; sin embargo, era difícil que sus maneras de hacer política no llamaran mi atención e incluso despertaran algo de admiración, para mí eran novedad. En ese momento no lo sabía, pero ahora sí, esos tres gobiernos terminaron muy mal, las promesas no solo no se cumplieron, sino que fueron tan solo un anzuelo electoral de la peor calaña. Esas formas que se me antojaban como disruptivas inicialmente pasaron a ser autoritarias con el transcurso de los años, y yo aprendería una máxima: que en política las formas son de fondo.
Por supuesto que, tanto en el ejercicio político como en la vida, hay grises, nada es de un solo color. No se podría decir que los tres mandatos fueron igual de perversos, cada uno tuvo sus matices. Pero la corrupción abundó –como era común en esos gobiernos que tanto criticaban–; el despilfarro de recursos y burocracia para favorecer a los propios no se hizo esperar, y el castigo inclemente a cualquiera que se atreviera a controvertirlos tampoco. ¿Qué tenían en común?, podría saltar alguien a decir: “ser de izquierda”.
Pero no. Sería una aproximación entre simplista y tonta. El verdadero problema de origen con estos tres lideres (con liderazgo comprobado, además), fue desde siempre el contenido mesiánico de sus discursos populistas. Encarnaban, según ellos, la salvación. Todo podría mejorar con ellos, y empeorar sin ellos. Eran la variable que cambiaría la ecuación de la historia. Alerta de spoiler: no fue así.
Me atrevo a escribir esta columna porque llevo años estudiándolos como politóloga, me parecen casos fascinantes, he visto decenas de veces sus discursos más icónicos y analizado varias entrevistas de cada uno para comprender patrones que sirvan a mi práctica académica. En este sentido me leí el libro de Gustavo Petro, en el que hasta su más ferviente seguidor tendrá que coincidir conmigo, que es una especie de altar a sí mismo. Es claro que su personalidad mesiánica puede ser constatada cada vez que se expresa (de hecho, la mayoría de las veces se refiere a él en tercera persona, como el apabullante personaje histórico que es). El ex-M19 está realmente convencido de que será quien parta la historia de Colombia en dos, viviremos en “Encanto” con el Pacto Histórico. No es una mentira la que nos cuenta, es su verdad.
Los populistas son mesiánicos es una verdad fáctica por redundante que suene. Son peligrosos para la institucionalidad pues no la reconocen, y ven en cada opositor a un enemigo de la verdad que cuentan a sí mismos y a otros. Como le leía hace poco a un doctor en antropología que se dedica a estudiar estos temas: ¿Qué sería del mesías sin el mesianismo? Pregunta que nos debemos hacer esta semana los colombianos.
Pd: No invisibilicé a Bachelet ni a Kirchner, pero las incluiría en otra categoría. Tal vez algún día escriba sobre ellas y las ideas contradictorias que me despiertan.
@KDiarttPombo
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