Pablo Iglesias anunció que deja la política. En la democracia cabemos todos, pero qué fresco corre cuando uno ve que un personaje que se fue desfigurando ante los ojos de un país, tome la decisión de dar un paso al costado. Yo misma lo aplaudí, lo seguí y marché en las calles españolas durante el 15-M; ayudé como una joven ingenua más (tendría unos 21 años) a que podemos se convirtiera en una alternativa partidista. Pero con los años y las actuaciones de este líder, me fui dando cuenta que no era lo que pensaba, que existían promesas irrealizables y que ese hombre que tanto inspiró al cambio en algún momento se había convertido en un político déspota más.
El peor de los campanazos, fue su trato malqueriente a Iñigo Errejón (su socio incondicional en sus comienzos); con una seguidilla de desplantes, se encargó de alejar de podemos a su figura más transparente y competente. No supo tampoco manejar su rivalidad con Albert Rivera de ciudadanos, llegando a niveles de radicalización espantosos; esos que él en sus inicios criticaba. Pero a Pablo le guardo una gran deuda, me enseñó que un dirigente político que basa su quehacer en el rencor hacia lo diferente es imposible que sepa gobernar a una sociedad hacia un lugar mejor.
A Iglesias, un profesor de Ciencia Política, que se fue gestando como una figura en los medios de comunicación, se le debe reconocer que tuvo gran maestría a la hora de forjarse una reputación con credibilidad y legitimidad para opinar. Pero analizar no es lo mismo que hacer. ¡Lo sabré yo que vivo opinando…! Existe una gran diferencia entre sentarse en un set de televisión a criticar, versus estar en La Moncloa dirigiendo un país. Pablo conquistó lo inimaginable, pasó de Youtube, a ser vicepresidente de España. Sin embargo, su personalidad arrogante no le permitió ver más allá de sí mismo. Se candidatizó a las elecciones de Madrid, renunciando a su cargo, creyendo que los madrileños correrían a votar por él, pero se llevó una tremenda sorpresa la semana pasada al ser barrido por la extrema derecha, la más rancia.
Debido a esos pobres resultados, y teniendo en cuenta que las elecciones en la capital española alcanzaron récord de participación – es decir que no solo los sectores privilegiados votaron a la derecha extrema sino también los vulnerables-; Pablo entendió que Madrid lo dejó de querer, que los mismos ingenuos que lo endiosamos en el pasado alrededor del mundo, hemos llegado a comprender que hace mucho que no sumaba a la democracia, sino que restaba. En su discurso ha dicho que dimite como Presidente de Podemos por el bien de la colectividad, y aunque en mi madurez adulta cuento con pocas coincidencias con ellos como Partido, realmente espero que así sea.
Al Pablo del comienzo hay mucho por imitarle, basta con evidenciar el éxito que tuvo con sus estudiantes y como líder político. Al Pablo con poder, queda aún bastante por reprocharle. Lo mejor que ha dejado en el camino ha sido a Iñigo, que con su colectividad Más Madrid se ha fraguado respeto hasta de sus contradictores. Siempre democrático, nunca irrespetuoso en su trato. Ojalá en Colombia cojamos ejemplo de lo mal que salen esos experimentos de endiosar a dirigentes, sean de derecha, de centro o de izquierda.
@KATHYDATOS